lunes, 7 de julio de 2008

Naturaleza inexplicable

Durante algunas épocas de la niñez de mi esposa convivió con entornos naturales. Alguna vez la casa donde vivió tuvo una huerta y tuvo la experiencia de jugar entre pastizales, de criar patos y seguramente recibió a lo largo de su vida algunos piquetes de hormiga.

Lo que me llama mucho la atención es la secuela de una de estas vivencias y no me refiero a la huerta, a los pastizales ni a los patos. Me refiero específicamente a los piquetes de hormiga… ¿Qué por qué llama mucho mi atención? No tiene mucho que ver con el hecho de que un día repentinamente se volvió alérgica y que cuando le llegaba a picar una hormiga se le producía una aparatosa inflamación alrededor de la picadura, pues esa “reacción alérgica” no es nada del otro mundo.

Mi atención que también pudiera decirse que es curiosidad, va más de la mano con el hecho de que por un lado (el menos interesante) parece que poco a poco dejó de ser alérgica a los piquetes de hormiga. Ahora Aída no se aleja apresurada de los hormigueros temiendo una hinchazón del tamaño de un puñado de lentejas en algún tobillo, pues el incidente no pasaría del dolorcito característico que sentiría cualquier persona. Sin embargo, por otro lado, (el que me parece más interesante) Aída recibe picaduras de hormiga con una frecuencia mayor a la que recibiría una persona común y de manera hasta cierto punto “sospechosa”.

¿Cómo se explican que en una casa donde vive una pareja, sólo una persona recibe todos los piquetes de hormiga? Y no hablamos de un piquete cada mes… ¡Hablamos de mínimo tres o cuatro piquetes o más bien mordidas por semana!

Un día Aída está sentada leyendo y siente un dolor en un dedo del pie. Cuando revisa el área dolorida, se encuentra a una hormiga frenética cuyas fauces mantiene clavadas sobre su epidermis. Aída la aplasta con su dedo índice y después junto con el pulgar la convierte en una pelotita y la avienta hacia el suelo…

Otro día Aída está sentada frente a la mesa usando su computadora y siente un dolor en el brazo. Cuando revisa el área dolorida, se encuentra a una hormiga aferrada a devorar su brazo. Aída hace otra pelotita de hormiga…

Una noche Aída duerme plácidamente junto a mí… Suponiendo que se le puede llamar “plácidamente” a presenciar mi soberbio concierto de ronquidos. Finalmente lo que la despierta de repente no son mis ronquidos, sino un dolor agudo en la piel del abdomen. Aída todavía con los ojos cerrados pero lúcida, se toca con la mano, siente un pequeño objeto bajo sus dedos y al hacerlo pelotita entre su índice y su pulgar reconoce las proporciones de una hormiga…

Y así pasan los días desde hace varios meses. Yo sin recordar un piquete de hormiga en muchos meses y mi esposa recibiendo uno tras otro. –¡Pero yo no les hago nada! ¿Por qué se ensañan conmigo? –Me dice con molestia aunque con cierto aire de diversión por lo hilarante del asunto. –No se, pero como estás muy suavecita, si yo fuera hormiga también te trataría de morder a cada rato… -O a veces le digo jugando: “Es que hueles muy feo”… Pero en verdad aunque me extraña el asunto, no puedo darle una respuesta más seria porque simplemente no tengo idea.

¿Qué tendrá Aída que nos parece tan irresistible a las hormigas y a mí? ¿Acaso será su suave piel? ¿Será que es una mujer muy dulce? ¿Habré sido yo en mi otra vida una hormiga, o ella una galleta con chispas de chocolate?

¡Hormigas montoneras! ¡Con mis mordidas ya tiene suficiente!

- el güey de junto -

2 comentarios:

Cheryl dijo...

Jajaja de verdad que es algo extraño el afán de las hormigas por morder a tu esposa. Pero en cierto modo también es gracioso. Menos mal que ya no es alérgica.

Y gracias a Dios que no lo es tampoco a tus mordidas, no crees? jeje.

Saludos!!!

Rayan dijo...

Me encantó como contaste tu historia! Digno de publicarse en la revista de National Geographic! (En serio!)

No soy experto en hormigas ni mucho menos, pero lo que tengo entendido es que las hormigas se manejan con señales quimicas (olor), ellas se guian un tanto como las abejas, siguiendo estos rastros quimicos.

Quizás tu mujer secreta algún aroma que parece irresistible para las hormigas.

O quizás tanta picadura de cierto tipo de hormiga en su niñez hizo que adoptara (o se impregnara) esa firma quimica en su organismo y estas otras hormigas pudieran ser agresivas con la especie original que picaba a tu mujer.

Ya intentaron usar cremas repelentes de esas que venden para ir de camping?

Saludos,
Rayan