lunes, 26 de enero de 2009

Catástrofe

La escena era horripilante: Mi disco duro externo caía desde la mesa hasta el suelo y no hubo nada que se interpusiera entre su previo estado de reposo y el estruendoso impacto del aluminio contra el duro piso de azulejo que hizo eco en toda la habitación. Casi lo pude ver caer en cámara lenta…

Lo siguiente que recuerdo es una visión borrosa de mis manos tratando de reconectar el cable de corriente del disco y mi dedo índice oprimiendo el interruptor de encendido… La luz del disco enciende… Parpadea… Parece que el disco funciona porque percibo las vibraciones típicas del disco girando… Pero después no sucede nada. Mi computadora no parece percatarse de que hay un disco ansioso de ser leído y en ese momento de aquella cajita de aluminio que contiene el disco escucho una serie de “tics” intermitentes a cada tres segundos que vaticinan lo peor… Pero las altas horas de la noche me impiden pedir auxilio.

Pasé la noche haciendo un inventario específico de todo lo que estaba en ese disco. ¡Era toda una vida! Dieciocho gigabytes de música de los cuales al menos tres contienen música difícil de conseguir; seis gigabytes de puros archivos de la escuela: Toda la licenciatura y lo que llevo de la maestría; nueve gigabytes de fotografías: Cientos de ellas personales e irrecuperables, otras tantas con pretensiones artísticas que tomé para el grupo de fotografía al que pertenezco; doce gigabytes de programas; un gigabyte y medio de documentos personales entre los cuales están los planos de remodelación de la casa, un archivo con mis contraseñas y claves de acceso, estados de cuenta del crédito hipotecario y algunos ensayos que escribí hace varios años; dos gigabytes de proyectos de diseño gráfico para los que fui contratado y que me servían para mostrar a clientes potenciales la calidad de mi trabajo; cuatro gigabytes de archivos del trabajo; siente gigabytes de tipografías, imágenes de texturas de diversos materiales y recursos multimedia… Y la lista seguía, pero entre tanto gigabyte me quedé dormido.

A la mañana siguiente y a primera hora contacté al Señor Yap: Infalible fuente de soluciones informáticas… Especialmente aquellas en las que no basta tener instrucción de otros expertos a larga distancia y este caso por supuesto que ameritaba recurrir a su experiencia. Para resumir la plática con el Señor Yap, el disco no debía ser encendido porque podía rayarse más y al llevarle el disco haría un diagnóstico para ver si él podía repararlo o de lo contrario, él tendría qué llevarlo con especialistas que en un laboratorio de ambiente controlado harían cirugía a corazón o más bien a disco abierto para hacer una recuperación de emergencia, pero el proceso era tardado, costoso y no garantizaba la integridad de los archivos recuperados. Nos veríamos el fin de semana para así yo entregarle el disco y esperar lo mejor.

Esa noche cuando mi esposa me preguntó si estaba preocupado por algo, le dije que sí y le detallé la catástrofe…

-La música, los programas, las imágenes con texturas de materiales tipografías y esas cosas no me preocupan, son reemplazables, pero tengo ahí todos los archivos de la escuela, incluido lo de la titulación y la carrera y… -¿Te refieres a los archivos de la licenciatura? -¡Sí! Todos mis proyectos de todos los semestres… -Pero… ¿Para qué te servirían ahora? Ya estás titulado. Además seguro que puedes hacer mejores diseños … -Sí, pero no sólo es eso. También estaba lo de las materias de maestría que llevé el tetra pasado… -¿Y no le puedes pedir esa información a tus compañeros o a tus maestros? ¿O conseguir libros sobre esas materias?Bueno, sí, pero también tenía las fotos del grupo de fotografía… ¡Imagínate! Si quisiéramos exponer nuevamente material pasado ¿Cómo podría reimprimir esas fotos?Pero en ese caso ¿no podrías reponer esas fotos con unas mejores?Tal vez sí, pero también hay fotos de amigos a los que difícilmente podré volver a ver… -Bueno… Pues… A ellos los llevarás siempre en tu corazón…

-Entonces la volteé a ver y vi que ella apenas podía contener la risa después de pronunciar aquél cliché tan ridículo y en ese instante yo tampoco pude contenerme y mi drama se desmoronó entre carcajadas y cosquillas… Cuando mi esposa recuperó el aliento me preguntó sonriendo con cierto sarcasmo si ya se había terminado la tortuosa lista de pérdidas o si tenía reservada todavía alguna peor que las anteriores… -Sólo estoy tratando de animarte y de ayudarte a ver que si la información es irrecuperable no es el fin del mundo. -¿En serio? Pensé que sólo tratabas de minimizar la importancia de lo que tenía ahí… Y minimizar mi sufrimiento… -Es que cada vez que te digo algo me sales con algo peor… -¡Es que todo eso perdí! -Entonces mientras ella me acariciaba la cabeza como quien acaricia a un perro lastimado me dijo: -Bueno, si quieres sufrir, está bien… ¡Es horrible! ¡Jamás recuperarás las fotos de tus amigos de la infancia los cuales a lo mejor tal vez algunos ya murieron!… ¿Así está mejor?

-Nuevamente no pudimos contener las carcajadas y para cuando nos estábamos recuperando del ataque de risa, mi esposa se acomodó la almohada y me dijo que se estaba desmayando de sueño. Le di un beso de buenas noches y encendí la tele y mientras veía aquella película épica a la que ya no le puse atención no dejaba de pensar en que lo que me había dicho mi esposa era cierto. Incluso pensé que si el disco no podía ser reparado por el Señor Yap, no valdría la pena invertir mucho dinero en algo que en realidad no me era indispensable y que simplemente se trataba de un gran apego emocional y una compulsión acumulativa… Y fue así como el humor negro de mi esposa hizo que la catástrofe dejara de ser tan… Catastrófica.

- el güey de junto -

viernes, 23 de enero de 2009

Yo si le creia!


kien sabe por ke extrañas artes, anoche me vino a la memoria, asi como en un "dejavu" el informe de gobierno akel ke hiciera tan famoso al otrora ilustre Don Jose Lopez Portillo (kepd) quien tambien por algunas oscuras artes ocupara la Presidencia de Mexico.
Era yo un pekeñuelo, aunke bueno no lo he de haber sido tanto ya ke estaba viendo el informe en la tele; kiza me lo dejaron de tarea en la secundaria o algo asi, o en el peor de los casos, lo estaba viendo por tener material pa la polemica con mi padre, ke dicho sea de paso siempre ha sido un adepto del analisis y participacion directa de la vida politica nacional, aunke kiza por nacional se pudiera entender la nacion ke le representa su familia y su entorno inmediato, y eso de ponernos a cotorrear acerca de la "grilla" de la politica mexicana se nos hizo una costumbre a veces no tan grata, kiza debido al hecho de ke nuestros puntos de vista recurrentemente han sido como polos opuestos a pesar de tener ambos ... la sangre roja.

Pues como les decia, era un chamaco a penas cuando me encontraba concentradisimo en el informe de Gobieno de don Porpillo, recuerdo vagamente ke entre bostezo y estiron anotaba datos estadisticos y breves comentarios al margen de mi libreta y de vez en cuando le daba un vistazo a mi Jefe, ke obviamente estaba mucho mas clavado en el show ke yo, movia la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobacion y entre las risitas y las muecas soltaba una ke otra maldicion entredientes por ke ademas en akellos tiempos en mi casa no estaba permitido decir groserias.
yo seguia imitando las acciones de mi papa al tiempo ke tomaba notas y anotaba numeros y cifras ke la verdad, hoy ni recuerdo pero estoy seguro ke en akel entonces tampoco les entendia ni madre.

Recuerdo tambien ke la tele en blanco y negro en la ke veiamos el informe la habiamos puesto en una mesita cerca de la puerta ke daba a la azotea, no se bien si lo hicimos asi por ke era un dia caluroso de esos ke saben muy rico alla en la ciudad de la eterna primavera Cuernavaca Morelos o por ke la puerta ke era de lamina le servia de amplificador al alambre retorcido ke hacia las veces de antena de conejo en la tele. ahi estabamos, dos generaciones de khaos viendo el informe presidencial en la tele, nuestros vasos rebozantes de coca cola y un chingo de hielos, sentados en nuestros bankitos improvisados hechos de "huakales" del mercado, esas cajas de madera en las ke se contienen verduras y legumbres y abanico hecho de un ejemplar completito del "universal" ke los domingos venia super gordo ya ke la informacion oficial escrita, tambien sirve para refrescarse no?
no se por ke tengo tan presente akel dia y tampoco se por ke solo recuerdo la imagen mia y de mi papa siguiendo el informe tan de cerca, no se tampoco por ke no puedo recordar kien mas estaba ahi o mejor dicho no puedo aclarar en mi mente por ke no tengo el recuerdo de nadie mas en la escena, lo ke si recuerdo muy bien fue el momento ke grabo para siempre en mi memoria akel evento.

mi papa subitamente se levanto de su "huacal" y casi tira al suelo su vaso de coca, dirigiendose rapidamente a la television para subir el volumen y de paso darle una ajustadita al a alambre para afinar la imagen, acto seguido se llevo las manos a la cintura y me indico en forma imperativa guardar silencio. En la pantalla un Lopez Portillo con en rostro desencajado y muy emocionado gritaba con un puño en el aire, mientras se dirigia a toda la nacion " DEFENDERE EL PESO COMO UN PERRO" decia, mientras un par de sendas lagrimotas le escurrian por los cachetes.
era increible, yo estaba muy impresionado, me impacto profundamente el ver al presidente de mi pais llorando y vociferando ke defenderia nuestro "varo" como un verdadero perro, yo no atine a decir palabra, un confuso mar de ideas hacia remolinos en mi cabeza mientras escuchaba decir a mi papa en un tono de voz burlon y esceptico ke ya le conocia un par de palabras ke nunca antes habia pronunciado frente a mi... "PINCHE PUTO" y despues de eso una retahila de frases ke denotaban su enojo y desaprobacion hacia akello ke el llamo en eso momento, una farsa.

yo no entendia bien ke pasaba en realidad, pero el presidente estaba llorando y se veia bien encabronado, yo sentia ke el estaba al mando del ejercito y ke como pomandante supremo estaba a punto de iniciar la guerra en contra de esos rufiannes ke kerian...kerian... uta ke kerian los rufianes? no sabia pero si el presidente se volveria un perro pa defender el "varo" lo menos ke podia hacer yo, era ponerme de su lado...

me paso lo ke a la Trevi pues y casi casi cante akella rola ke dice ...le creo, lo ke me diga le creo y si me dice ke la luna es de keso, me cae de a madre ke le creo...

en mi inocencia infantil me senti convencido, me senti de su lado, le compre la historia. y asi fue como empece mi crimial carrera en el PRIismo, chin! ya me balconee, lo bueno es ke era solo un niño.

debo aclarar ke ahora de grande ya cambie! y ke aun no descubro ni por ke estaba viendo el informe ni tampoko por ke me acorde hoy! ...xispas!

me la dejo de tarea ojala ke algun dia lo descubra!

viernes, 16 de enero de 2009

Coincidencias y reflejos en la ventana ( 2 )

Continúa desde aquí.

En fin… Nada de eso sucedería porque no volvería a verla… O eso pensaba yo…

Pasaron los días y la casualidad no convino en ponerme en los mismos camiones que a ella y aunque eso hizo que fuera perdiendo el interés en vivir otro destello de casualidad, alguna vez me reproché el haber desaprovechado las dos oportunidades que tuve para intercambiar direcciones de correo o al menos preguntarle su nombre a quien a todas luces sería una persona interesante.

Finalmente hace pocos días subí a un camión al salir del trabajo y habituado a no encontrarla, no hice mucho por tratar de reconocerla de entre los demás pasajeros y me enfoqué más bien hacia el primer asiento vacío que vi. Caminé hacia él y casi al llegar, un flashazo castaño y turquesa me dijo que ahí estaba a quien yo buscaba… Justo a mi lado, aunque el flashazo llegó un poco tarde porque yo ya estaba prácticamente atrás de ella y nuevamente esa combinación de sentimientos que oscilan entre la pena, la mesura y la odiosa culpa me hicieron no dar esos dos pasos en reversa para poder verla a los ojos y hablarle, sin embargo el asiento al que me dirigía era uno de aquellos asientos individuales y estaba justo atrás del de ella.

Creo que no me vio. Yo confirmé que era ella tras tratar de distinguir sus facciones a través del pálido reflejo de la ventana y pensé que todo el viaje transcurriría así: Yo con la intención de conocerla pero conteniéndome y ella sin voltear atrás y tal vez ignorando que sentado atrás de ella venía la persona a la que le había cargado la mochila, saludado, sonreído y topado por segunda vez en un ridículo alarde de casualidad.

Minutos más tarde otra señorita se paró junto a mí. Volteé hacia atrás y al percatarme de que no habían asientos vacíos, me puse de pié y le cedí el asiento, entonces como si fuera un ritual karmático, aquella joven también atractiva y de piel canela me dijo ¿Te ayudo con tu mochila? Y entonces recordé que así había comenzado aquel peculiar contacto unas semanas atrás y respondí que sí, le di las gracias, una sonrisa y el aviso de que la mochila que estaba por encomendarle estaba un poco pesada y que esperaba que no fuera molestia. En ese momento como si mis palabras hubieran sido un detonador, la joven de castaño y turquesa volteó a verme y con la familiaridad de alguien que habla con su vecino me dijo: “No te vi subir”… ¿Hoy saliste más tarde?”.

En ese momento no supe exactamente qué contestar, pues por un lado mi horario de trabajo no es tan riguroso y aunque tengo una hora de salida, no salgo siempre a la misma hora aunque esas eran demasiadas explicaciones y no tenía sentido hacérselas saber. Por otro lado el hacerme ese comentario implicaba que además de reconocerme, ella no intentaba disimular que de haberme visto subir al camión, me lo habría hecho saber… Después de pensar en eso me limité a decir “Sí, un poco tarde y ¿Tú?” y ella me dijo que sí, que había salido un poco tarde y me reiteró que no me había visto subir.

Los siguientes minutos transcurrieron dando marco a una conversación común y corriente, aunque se percibía interés por la plática, pues ella venía con la cabeza torcida y yo me inclinaba un poco para escucharla mejor, aunque a pesar del interés, los temas eran tan triviales como hablar del clima o comentar el hecho de que tenemos qué atravesar la ciudad para ir de nuestra casa a nuestros respectivos trabajos. Después pasamos a preguntas que aunque más personales, seguían siendo triviales, así que supe que ella se llamaba Edith, que tomaba el camión un kilómetro antes que yo y que no era asistente de cirujano o instrumentista en algún quirófano, sino que trabajaba en una clínica de depilación láser y ella supo que yo tomaba el camión bajo el puente Miravalle y que vivo con mi esposa. Luego supe que era madre soltera y que vivía en una colonia cerca de la mía y ella supo que yo vivía en la colonia que está pegada al cine y antes de saber algo más de lo que yo le iba a decir, quiso saber por qué me bajaba del camión antes de llegar a donde vivía o que si lo hacía porque me gustaba caminar… Y supe que cuando me bajo antes del centro comercial, el camión da vuelta a la derecha y después de cinco cuadras se regresa por la misma calle y da vuelta en el centro comercial y sigue su camino pasando por enfrente del camellón de la colonia donde vivo, lo que me ahorraría medio kilómetro de caminata. Entonces ella supo (o más bien dedujo) que yo no conocía bien el rumbo, ni las rutas de camión de la zona y que aunque me gustaba caminar, ahora bajaría del camión frente al camellón.

En ese momento la joven que me ayudaba con mi mochila y a quien pude observar que nos miraba a ambos sin entender si nos acabábamos de conocer o no, me avisó que iba a bajar en la próxima parada, así que tomé mis cosas y le di las gracias. Cuando dejó el asiento me senté en su lugar y seguí platicando con Edith.

Catorce cuadras después cedí nuevamente mi asiento a una señora que no se ofreció a cargar mi mochila, pero dos cuadras más adelante, se bajó el señor que venía sentado junto a Edith y aproveché para sentarme junto a ella.

Lo curioso es que conforme seguimos platicando, me fui dando cuenta de que la había idealizado: La forma en la que hablaba, las repetidas ocasiones en las que me decía que tal cosa “le daba hueva”, su timbre de voz, los temas de conversación que se tocaban y el saber que su máximo era salir con sus amigos sin un latoso esposo que le anduviera pidiendo cuentas me convenció de ello. De hecho tras muchos de aquellos comentarios similares yo sólo preguntaba “¿En serio?” para así no pronunciarme a favor ni en contra y evitar entrar en polémica… Y no es que no me guste la polémica, de hecho me gusta debatir y exponer mis puntos pero en ese momento no me interesaba. No tenía el más mínimo interés en recomendarle aprender a manejar estándar en lugar de automático ni tenía ganas de saber dónde estaba la casa que iba a comprar con su mamá con los puntos de Infonavit de ambas.

Resultó que ella distaba mucho de lo que había imaginado… Y tal vez el chasco nos lo llevamos ambos. Tal vez yo esperaba a alguien más interesante con quien pudiera intercambiar correos y tener amenas pláticas sobre temas interesantes y tal vez ella esperaba a alguien que le hablara de antros, de salir a echar relajo y que aún casado compartiera la idea de que el matrimonio “daba hueva”.

Cuando me paré para hacerle la parada al camión y bajar justo enfrente del camellón, me despedí de Edith con una sonrisa cordial y entendí que tal vez lo único que aprendería de ella sería precisamente dónde debía bajarme para no caminar de más y esta vez, a diferencia de las otras dos ocasiones en las que viajamos juntos, no me pregunté si algún día habría de verla de nuevo… Incluso conforme recorría el frío pasillo de metal del camión iluminado con barras de luz neón, no me preocupó en lo más mínimo el estar próximo a usar auto todos los días y entonces sí no volver a verla jamás.

- el güey de junto -

miércoles, 14 de enero de 2009

Coincidencias y reflejos en la ventana ( 1 )

Cierta noche al salir del trabajo tal vez hace dos meses, subí a un camión de la ruta doscientos dos que me llevaría a mi casa.

El camión no estaba muy lleno, pero al menos lo estaba lo suficiente como para ir de pié sin posibilidad de tomar un asiento. Eso no me preocupó, pues entre la hora con veinte minutos que suele durar el viaje ya habría oportunidad de encontrar un asiento que se desocupara.

Unos minutos después, me di cuenta de que iba parado junto a una señorita que también iba de pié, de piel clara, cabello castaño un poco desaliñado, ni pizca de maquillaje, tenis blancos y pantalón color turquesa, lo que me sugirió que tal vez era instrumentista, asistente de quirófano o algo relacionado con el ramo médico. Aunque me pareció atractiva no le di importancia y seguimos parados justo enfrente de donde las hileras de asientos ya no van de dos en dos, sino sólo asientos individuales que ayudan a que el pasillo sea un poco más amplio.

Tal vez a la tercera parte del camino se desocupó uno de esos asientos individuales que estaba frente a mí, el cual cedí a la señorita del pantalón turquesa. Ella al sentarse con una sonrisa apenas perceptible me ofreció ayudare con mi mochila, la cual le pasé dándole las gracias y de paso justificando la molestia que le daba diciéndole que la mochila estaba muy ligera.

Transcurrieron los minutos y aunque no cruzamos palabra en todo el trayecto, llegamos a cruzar miradas fugaces un par de veces a través del reflejo de la ventana. De pronto noté que ya habían varios asientos vacíos, así como el hecho de que yo seguía de pié cerca de ella y como en ese momento se desocupó otro de los asientos individuales justo adelante del que ella ocupaba, aproveché sentarme ahí, no sin antes haberle dado las gracias y tomar mis cosas.

Cuando por fin llegué a la parada donde me bajo normalmente, noté que ella todavía seguía sentada atrás de mí, lo cual me llamó la atención por el hecho de que son prácticamente las últimas paradas de la ruta, pues vivo en las afueras del área metropolitana de Monterrey. Cuando me puse de pié para ir a la puerta de atrás me despedí de ella con una tenue sonrisa y un breve gesto de Adiós con la mano. Bajé del camión, noté cómo me miró desde la ventana mientras yo fingí mirar hacia otro y llegué a mi casa, donde le comenté a mi esposa a grandes rasgos el gesto amable de la joven que me ayudó con mi mochila. “Qué bien, no hay muchas mujeres con esas atenciones”, dijo Aída.

La noche siguiente tomé el camión y no pude evitar el escudriñar rápidamente a las personas que viajaban en él, buscando a la señorita de la noche anterior. Tal y como lo dictaba el sentido común y las probabilidades estadísticas, ella no estaba en el camión, sin embargó sí habían muchos asientos desocupados. Ocupé uno y siguió transcurriendo el viaje.

A la mitad del recorrido noté que el camión en el que viajaba, circulaba alcanzando a otro de la misma ruta y platicando cuando los semáforos en rojo los alineaba y sin poner mucha atención alcancé a entender que el otro camión tenía algún tipo de falla y su chofer le pedía al otro transferir a sus pasajeros para desviarse de la ruta y llevarlos al andén, así que se detuvieron ambos camiones y vi cómo empezó a subir gente por la puerta trasera. No puse atención a la gente que subió aunque no fue tanta, pues cuando el camión arrancó noté que varios asientos incluido el que estaba pegado al mío siguieron desocupados.

Yo iba sentado justo junto a la ventana y mirando a través de ella. Observaba a la gente, los autos, los negocios, una que otra falda llamativa y los anuncios luminosos de las fachadas, pero cuando el camión pasó frente a un lote baldío, la oscuridad hizo que enfocara más bien el reflejo del vidrio que me devolvía la vista del interior del camión que venía bastante iluminado… Eso hizo que notara que a la misma altura del asiento en que yo viajaba pero junto a la ventana opuesta, venía la misma señorita del pantalón turquesa.

Volteé hacia donde ella estaba y por casualidad en ese momento ella también volteó a verme y aunque no se si se sorprendió tanto como yo por la coincidencia del encuentro, ambos nos saludamos con ademán tímido… Como si ella tratara de justificar lo fortuito del encuentro diciendo “Te aseguro que no te estoy siguiendo” y yo Soy felizmente casado, pero admito que me sorprende y agrada la coincidencia”.

La simple idea de hacerle plática me traía a la mente escenas en las que ella se sentiría incómoda o acosada a pesar de lo muy inocente que pudiera ser el tema de la plática o por muy blancas que fueran mis intenciones de hablarle. Me quedé en mi lugar, mirando nuevamente hacia la ventana y me resigné a la posibilidad de platicar con ella y tener una amistad.

A través del reflejo del vidrio, vi que me volteó a ver un par de veces, luego sacó una pequeña libreta y empezó a escribir en ella. No se si fui ingenuo al pensar que probablemente escribiría su correo electrónico o algo parecido para dármelo cuando me bajara, el caso es que cuando llegó el momento de bajarme, le dije adiós, me puse de pié, intercambiamos sonrisas y bajé del camión sin recibir una nota o algo por el estilo.

El día siguiente no la vi en el camión y tampoco los siguientes. Me conformé con comentar el asunto con un par de amigos y recibir comentarios sobre lo curioso de la coincidencia y lo miedoso que había sido por no hablarle. Siguieron pasando los días y pensé que no la volvería a ver, lo cual pensé, sería una pena, pues seguramente hubiera tenido una plática interesantísima sobre dudas que tengo sobre procedimientos quirúrgicos o anécdotas de quirófano. Tal vez incluso podría hacerla coincidir con mi amigo Miguel a quien entre juego y realidad le tratamos de conseguir pareja… En fin… Nada de eso sucedería porque no volvería a verla… O eso pensaba yo…

Continuará…

- el güey de junto -

martes, 13 de enero de 2009

Ni tan Burris!


Despues de el escandalo ke genero a nivel mundial el hecho no comprobado de ke el camarada jodovich o como se apellide, puso en subasta el escaño ke desocupo el ahora preciso de los "Yunaites" El buen pelochas Barak Obama; ahora llegara al silloncito akel ke aflojo el biyuyo mas pachon! y como de chiste de Rius... en nuevo "chocolate" se apellida Burris! jajajaja

Ni tan Burris verdad? ya ven como si estamos latinizando el pais del norte!
Ke viva la raza!

lunes, 12 de enero de 2009

la parafilia de Lucas Parte 2


Después de los extraños eventos, el primer sospechoso fue “blackie” el perro de la casa, sin embargo no se le pudo probar nada y por lo tanto, no se le aplico castigo alguno. El mismo episodio se repitió algunos días mas tarde y en esta ocasión sospechábamos del gato, pero en el análisis y estudio del caso también nos faltaban pruebas ke inculparan definitivamente al sospechoso en turno así ke desistimos también. Por la lista pasaron la mayoría de los animales de la casa y hasta llegamos a inculpar a ciertos primos y visitas frecuentes ke como en los otros casos, jamás llegamos a comprobarles absolutamente nada. Nunca nos paso si kiera por la mente la idea de ke detrás de las extrañas noches del corral hubiera una terrible historia romántica, una oscura y lodosa pasión, la mas insólita e irreverente acción torcida jamás perpetrada por ser vivo alguno… La parafilia de Lucas.

Serian como las 10.30 de una iluminada noche en la ke salí a ponerle veneno a los ríos de hormigas ke atacaban los árboles de limón de la huertita ke rodeaba el corral cuando descubrí a Lucas saltando por una ventana de la casa y dirigirse rápidamente hacia el lodazal. Lo vi de espaldas así ke solo atine a pensar ke se habría metido buscando el calor de la casa o kiza algún bocadillo “gourmet” que pudiese encontrar a la mano. Sin embargo me dio curiosidad escuchar el ruido ke hacia Lucas y me dirigí hacia donde estaba el pato.
Kede atónito, frente a mi estaban los dos, tendidos en el suelo en medio de un claro en el lodazal, iluminados por la luna llena y amenizados por un concierto de grillos, metidos en una ardua e incomoda faena ke tenia a Lucas temblando y graznando de una manera extraña. Aleteaba intercalando velocidades diferentes mientras rítmicamente bajaba y subía su pecho y mantenía su parte trasera hacia abajo moviéndola de adelante hacia atrás. En su éxtasis, Lucas no advirtió mi presencia y continuo su faena sin percatarse de este impactado espectador. La luna se reflejaba en su brillante plumaje negro y con aquel mismo fulgor me permitía ver claramente el también negro terciopelo negro ke forraba el cuerpo de su amante. Ahí estaba el pato, apurado y extasiado llevando a cabo su sueño erótico. Montado encima de ella y copulando a la sustituta hembra que la naturaleza y nosotros los humanos, le habíamos negado hasta entonces. Lucas pasaba sus noches …feliz!

Habiéndose descubierto el secreto comportamiento del pato Lucas, se resolvía por fin el extraño caso ke nos había tenido acusando a todo el mundo. Después de la primera vez, la tía Cletita solo se rió al enterarse de la verdad y argumentando ke el uso de la susodicha no podía evitarse, ella siguió usándola como si nada hubiera pasado “ solo tiene un pokito de lodo” dijo.

El evento se repitió varias veces sin ke nadie pudiera, o tal vez; kisiera hacer nada al respecto.

En mi mente aun retumban akellos recuerdos nocturnos. El plumaje de Lucas y la piel aborregada del interior del negro terciopelo de la improvisada amante de Lucas…La chancla de la tía Cletita!. Esa misma chancla ke no dejaba de usar por ke le protegía como ninguna otra del frió del suelo y del consiguiente dolor de juanetes. Esa misma chancla ke ponía debajo de la cama y ke Lucas acudía a rescatar noche tras noche, llevándosela en su pico y sorteando obstáculos como la ventana, el perro, la tranca del corral y la moralidad de los demás animales ke no dejaban de acusarlo con sus fijas miradas.

Lo mas impactante fue descubrir ke en el día Lucas seguía con la mirada los pies de la tía Cletita, la seguía por todo el jardín, el corral y al entrar a la casa. Lucas había estudiado cuidadosamente la rutina de la chancla, o mejor dicho de la tía y aprendió sus horarios y hasta las rutas ke la tía seguía y gracias a todo ello, Lucas perpetro casi impune su fechoría!

A propósito de crisis...

Mi buen amigo Nacho me platicaba sobre una anécdota que le ocurrió a su papá, hace bastante tiempo y no precisamente en época de crisis:

El bullicio típico de la casa fue opacada de pronto por el silbato característico que usan los afiladores de cuchillos ambulantes que rondan las colonias en sus bicicletas, así que en el acto la madre de Nacho le pidió a su esposo que detuviera al afilador mientras ella buscaba unos cuchillos que requerían de sus servicios.

El padre de Nacho salió al encuentro del afilador que ya estaba a escasos metros de la casa, así que con una seña le indicó que se detuviera y esperara un poco.

Habían transcurrido pocos segundos cuando de pronto la madre de Nacho salió de la casa con un cuchillo cebollero, unas tijeras y dos cuchillos medianos: “Es que estos dos ya no cortan ni un triste pedazo de queso”, decía la señora. El afilador recibió los objetos con agrado e inmediatamente la madre de Nacho regresó a su casa, lo que hizo que implícitamente el padre de Nacho adquiriera la responsabilidad de esperar a recibir los cuchillos y tijeras afilados y pagar el servicio.

El afilador, hombre tosco que tal vez había visto pasar unas cincuenta primaveras empezó a trabajar sobre el cuchillo cebollero y sin quitar la mirada de su trabajo preguntó al padre de Nacho: -Oiga… ¿Cuánto le costó? –Extrañado, el padre de Nacho contestó preguntando: -¿Cuánto me costó qué?¡Su esposa! –Dijo el afilador en un tono como si la pregunta que le hizo fuera más que obvia. –Ah, bueno… No me costó nada. -¿En serio? –Dijo el afilador, esta vez dejando de mirar sus herramientas para dirigir su mirada al padre de Nacho, pero sin dejar de trabajar. –Sí, en serio… ¿Por qué? ¿De dónde es Usted? ¿A poco allá venden esposas? Bueno, pos yo vengo de la Sierra de Veracruz y pos… allá uno puede comprar una esposa: Hay de trescientos pesos que saben hacer el quehacer, las de quinientos que además del quehacer bordan, cosen o hacen alguna otra gracia y están también las de mil pesos que aparte saben leer y escribir…

-Se produjo un silencio durante el cual el afilador siguió trabajando con las tijeras y el resto de los cuchillos. Mientras, el padre de Nacho imaginó la escena con un escaparate en una tienda de pueblo y una serie de mujeres de distintas estaturas y complexiones paradas derechitas tras el mostrador y recargadas en la pared, unas sosteniendo un cartoncito frente a sus pechos escrito burdamente con plumón y que decía “300”, otras un “500” y otras un “1000” que en este caso estaría escrito con plumón azul rey y remarcado con más cuidado... De pronto no pudo contener más la curiosidad y dijo al señor: -Supongo que Usted compró la de mil pesos, ¿no? -¡No! ¿¡Cómo cree!? ¡Está bien cara! Yo compré la de trescientos… -Dijo el afilador con un gesto adusto, como si le hubieran sugerido hacer una tontería.

El padre de Nacho contuvo la risa y no pudo evitar sentir una brisa de pena ajena... Aunque… Ahora que lo pienso… ¿Se imaginan hoy en plena crisis mundial cuánto costaría una con licenciatura? ¡De por sí aunque uno no la compre, el mantenimiento ya es carísimo!

- el güey de junto -

viernes, 9 de enero de 2009

La parafilia de Lucas


Muxos estarán de acuerdo conmigo en ke las teorías Freudianas acerca del placer sexual son un tanto cuanto exageradas, sobre todo en lo ke respecta a la relación ke hace este cuate de cosas como la comida o hasta la hora de hacer del 2! Sin embargo, reconozco ke también existe la corriente ke defenderá a capa y espada estas mismas teorías basándose en el hecho de ke Frued era un cuate muy perron pa eso de la psicología!

Parafilias, expresiones comportamentales, desviaciones conductuales, y bueno, llámense como se llamen hoy en día a lo ke en antaño conocíamos como “perversiones” creo ke tenemos ke aceptar ke el sexo es parte elemental de nuestra cotidianeidad y medio ambiente! Y si no ke se lo pregunten al pato Lucas!

Lucas! Kien obviamente recibió su nombre gracias al famoso pato negro de la televisión de mi infancia, era un pato singular ke hábito cierta región del estado de México de cuyo nombre no kiero acordarme. Akella, también singular casa en medio de una colonia popular, era como una replica casi exacta de un típico rancho de pueblito, ahí, Lucas enfrentaba el día a día entre otros tantos animales y por supuesto también con la familia de humanos ke regenteaba el susodicho lugar. La vida de Lucas era igual ke la de cualkier pato ke se jacte de ser decente, se desayunaba su ración de moskitos y maromeros de los cacharros ke contenían agua encharcada y la acompañaba con una guarnición de pedrecillas ke se comía del lodo ke rodeaba los trastes akellos. Se entretenía en el transcurso del día, cotorreando con las gallinas y chismeando con el gato y de vez en cuando, ahuyentando a las visitas, correteándolas como keriendo imitar al perro de la casa.

El pato Lucas era para todos simple y llanamente un pato mas! Sin embargo, la verdad era muy diferente. Lucas, akel pekeño pato ke parecía tan normal, llevaba una insospechada doble vida. Lucas tenia una terrible parafilia, El pato practicaba una forma de sexo no solo prohibida y oscura y kiza para algunos hasta enfermiza. Fue terriblemente impactante para todos darnos cuenta de lo ke pasaba en realidad.
continuara!

miércoles, 7 de enero de 2009

Aprendizaje

Los niños son criaturas curiosas que aprenden sobre el camino de las fuentes que tengan más accesibles. Aprenden de lo que ven hacer a sus padres, de lo que ven hacer a sus hermanos, a los personajes de sus programas televisivos preferidos, a sus amigos, vecinos, primos de los hermanos de los vecinos de sus tíos e innumerables fuentes más.

Recuerdo un día en el que mi hermana Lorena tal vez buscaba su identidad, o tal vez buscaba reafirmar su rol en la sociedad y de paso sentir nuevas experiencias:

Un día cuando ella tenía tres o cuatro años jugaba en su recámara mientras mi mamá cocinaba y yo veía la televisión. Debido a un comercial que distrajo mi concentración de la tele pude percibir cómo de pronto el rítmico sonido del tac tac del cuchillo sobre la tabla de picar se detuvo súbitamente, volteé a ver a mi mamá y la vi mirar hacia el infinito mientras buscaba identificar algo que estaba escuchando…

Dejó el cuchillo sobre la barra, caminó hacia el pasillo, me volteó a ver y con la mano me hizo señas para que me acercara sigilosamente. Así lo hice y cuando estuve justo a un lado de mi mamá, pude ver a mi hermana sentada en el piso, de espaldas hacia donde estábamos nosotros y señalando acusadoramente a su muñeco de peluche mientras decía repetidamente como una grabadora “Son chingaderas… Son chingaderas… Son chingaderas…”…

Mi mamá me hizo señas para que la siguiera de nuevo al final del pasillo cerca del comedor y dijo en voz alta ¿Lorenita, me hablas? “¡No mami!” contestó mi hermana. Entonces escuchamos que el murmullo que al principio oímos disminuyó. Nos volvimos a acercar y ahora con ademanes más contenidos y voz mucho más baja seguía repitiendo el reproche a su muñeco de peluche.

Regresamos al área del comedor; “Ven, vamos a comer” dijo de nuevo mi mamá en voz alta y entonces escuchamos pasos de sus pequeños zapatitos y Lorena llegó con nosotros a la mesa.

Mi mamá y yo nos volteamos a ver. En ese momento mi mamá no le dijo nada y no se si después lo hizo… Lo que sí se es que desde ese día jamás volví a escuchar a mi mamá decir “Son chingaderas” cuando desatendía mis obligaciones o faltaba a un acuerdo hecho con ella. Tal vez las dos aprendieron el mismo día.

- el güey de junto -

lunes, 5 de enero de 2009

Regalos de Navidad

Siguen pasando los días de asueto de fin de año y la repetitiva programación de los únicos canales que recibe la televisión me recuerda que casi no he salido de casa… Incluso a pesar de que nuestra televisión adolece de una reciente falla que hace que su cinescopio se oscurezca al grado en que a ratos más que ver televisión parece que oigo un radio.

Dentro de esa programación insulsa que me hace percibir cómo pasan las horas sin tener qué mirar el reloj, veo decenas de comerciales de juguetes los cuales no se si por ser un amargado empedernido o porque estamos cerca del Apocalipsis creativo de la industria juguetera y de la mercadotecnia, me parecen de lo más superfluos (por decir lo menos) y por si fuera poco a veces el comercial pareciera esforzarse por hacer ver aún más tonto el juguete que muestra.

Un pequeño excusado de plástico que en algún momento arroja chorros de agua a la cara de los jugadores mientras que usan ridículos artefactos en la cabeza que les ayudan a pescar gérmenes de plástico para depositarlos en la taza está en el límite de la insensatez, pero cuando el comercial encima sugiere que si se es lo suficientemente ocioso, el niño en lugar de agua puede usar refresco mezclado con salsa picante para rellenar el juguete, toma tintes que rayan en la idiotez… ¿O qué padre en su sano juicio regala a su hijo un juego de mesa de por sí falto de contenido en el que además el comercial que lo publicita promueve el uso de comestibles y condimentos para darle una variante “extrema”?

¿O por qué casi todas las autopistas de juguete promueven la idea de que los autos se deben chocar o lanzar por los aires acortando significativamente su vida útil? ¿Es acaso simplemente una estrategia consumista? Se que los niños se aburren y terminan dando mal uso a sus juguetes, pero ¿porqué habría de proponer el fabricante ese mal uso desde el concepto?

No podría decir que la vieja casa de Barbie es mejor que la que hoy anuncian con escalera eléctrica, sonidos “reales” y un vestidor tres veces más grande, así como tampoco me es posible decir que las muñecas que se basaban en el estereotipo machista que sólo ve a la mujer criando hijos y cocinando son mejores que las muñecas que creen que lo más importante en la vida es vestirse a la moda y que ir de compras es orgásmico… Pero… ¿Acaso soy el único que hace expresiones de desagrado con los comerciales de juguetes de hoy en día? ¿Soy el único que piensa “Sólo es pan con lo mismo” cuando ve las novedades del ramo? ¿Soy el único que está a punto de gritar “basura” durante esos comerciales? ¿Soy el único que se ha prometido jamás comprar juguetes estúpidos, aún cuando sus hijos llegaran a ser víctimas de la publicidad?

Espero que no ser el único, pues de lo contrario me será difícil explicarles a mis hijos porqué recibieron canicas en lugar de ese tonto juego de mesa, o un clarinete de medio uso en lugar de aquél sofisticado muñeco que se transforma, lanza misiles, dice catorce frases diferentes y se maneja por control remoto…

Pensándolo bien, mejor no me arriesgo. Mejor no tendré hijos.

>> Grinch <<