miércoles, 14 de enero de 2009

Coincidencias y reflejos en la ventana ( 1 )

Cierta noche al salir del trabajo tal vez hace dos meses, subí a un camión de la ruta doscientos dos que me llevaría a mi casa.

El camión no estaba muy lleno, pero al menos lo estaba lo suficiente como para ir de pié sin posibilidad de tomar un asiento. Eso no me preocupó, pues entre la hora con veinte minutos que suele durar el viaje ya habría oportunidad de encontrar un asiento que se desocupara.

Unos minutos después, me di cuenta de que iba parado junto a una señorita que también iba de pié, de piel clara, cabello castaño un poco desaliñado, ni pizca de maquillaje, tenis blancos y pantalón color turquesa, lo que me sugirió que tal vez era instrumentista, asistente de quirófano o algo relacionado con el ramo médico. Aunque me pareció atractiva no le di importancia y seguimos parados justo enfrente de donde las hileras de asientos ya no van de dos en dos, sino sólo asientos individuales que ayudan a que el pasillo sea un poco más amplio.

Tal vez a la tercera parte del camino se desocupó uno de esos asientos individuales que estaba frente a mí, el cual cedí a la señorita del pantalón turquesa. Ella al sentarse con una sonrisa apenas perceptible me ofreció ayudare con mi mochila, la cual le pasé dándole las gracias y de paso justificando la molestia que le daba diciéndole que la mochila estaba muy ligera.

Transcurrieron los minutos y aunque no cruzamos palabra en todo el trayecto, llegamos a cruzar miradas fugaces un par de veces a través del reflejo de la ventana. De pronto noté que ya habían varios asientos vacíos, así como el hecho de que yo seguía de pié cerca de ella y como en ese momento se desocupó otro de los asientos individuales justo adelante del que ella ocupaba, aproveché sentarme ahí, no sin antes haberle dado las gracias y tomar mis cosas.

Cuando por fin llegué a la parada donde me bajo normalmente, noté que ella todavía seguía sentada atrás de mí, lo cual me llamó la atención por el hecho de que son prácticamente las últimas paradas de la ruta, pues vivo en las afueras del área metropolitana de Monterrey. Cuando me puse de pié para ir a la puerta de atrás me despedí de ella con una tenue sonrisa y un breve gesto de Adiós con la mano. Bajé del camión, noté cómo me miró desde la ventana mientras yo fingí mirar hacia otro y llegué a mi casa, donde le comenté a mi esposa a grandes rasgos el gesto amable de la joven que me ayudó con mi mochila. “Qué bien, no hay muchas mujeres con esas atenciones”, dijo Aída.

La noche siguiente tomé el camión y no pude evitar el escudriñar rápidamente a las personas que viajaban en él, buscando a la señorita de la noche anterior. Tal y como lo dictaba el sentido común y las probabilidades estadísticas, ella no estaba en el camión, sin embargó sí habían muchos asientos desocupados. Ocupé uno y siguió transcurriendo el viaje.

A la mitad del recorrido noté que el camión en el que viajaba, circulaba alcanzando a otro de la misma ruta y platicando cuando los semáforos en rojo los alineaba y sin poner mucha atención alcancé a entender que el otro camión tenía algún tipo de falla y su chofer le pedía al otro transferir a sus pasajeros para desviarse de la ruta y llevarlos al andén, así que se detuvieron ambos camiones y vi cómo empezó a subir gente por la puerta trasera. No puse atención a la gente que subió aunque no fue tanta, pues cuando el camión arrancó noté que varios asientos incluido el que estaba pegado al mío siguieron desocupados.

Yo iba sentado justo junto a la ventana y mirando a través de ella. Observaba a la gente, los autos, los negocios, una que otra falda llamativa y los anuncios luminosos de las fachadas, pero cuando el camión pasó frente a un lote baldío, la oscuridad hizo que enfocara más bien el reflejo del vidrio que me devolvía la vista del interior del camión que venía bastante iluminado… Eso hizo que notara que a la misma altura del asiento en que yo viajaba pero junto a la ventana opuesta, venía la misma señorita del pantalón turquesa.

Volteé hacia donde ella estaba y por casualidad en ese momento ella también volteó a verme y aunque no se si se sorprendió tanto como yo por la coincidencia del encuentro, ambos nos saludamos con ademán tímido… Como si ella tratara de justificar lo fortuito del encuentro diciendo “Te aseguro que no te estoy siguiendo” y yo Soy felizmente casado, pero admito que me sorprende y agrada la coincidencia”.

La simple idea de hacerle plática me traía a la mente escenas en las que ella se sentiría incómoda o acosada a pesar de lo muy inocente que pudiera ser el tema de la plática o por muy blancas que fueran mis intenciones de hablarle. Me quedé en mi lugar, mirando nuevamente hacia la ventana y me resigné a la posibilidad de platicar con ella y tener una amistad.

A través del reflejo del vidrio, vi que me volteó a ver un par de veces, luego sacó una pequeña libreta y empezó a escribir en ella. No se si fui ingenuo al pensar que probablemente escribiría su correo electrónico o algo parecido para dármelo cuando me bajara, el caso es que cuando llegó el momento de bajarme, le dije adiós, me puse de pié, intercambiamos sonrisas y bajé del camión sin recibir una nota o algo por el estilo.

El día siguiente no la vi en el camión y tampoco los siguientes. Me conformé con comentar el asunto con un par de amigos y recibir comentarios sobre lo curioso de la coincidencia y lo miedoso que había sido por no hablarle. Siguieron pasando los días y pensé que no la volvería a ver, lo cual pensé, sería una pena, pues seguramente hubiera tenido una plática interesantísima sobre dudas que tengo sobre procedimientos quirúrgicos o anécdotas de quirófano. Tal vez incluso podría hacerla coincidir con mi amigo Miguel a quien entre juego y realidad le tratamos de conseguir pareja… En fin… Nada de eso sucedería porque no volvería a verla… O eso pensaba yo…

Continuará…

- el güey de junto -

2 comentarios:

MIG dijo...

Ohh esto se va poniendo interesante.... esperare la segunda parte

Cheryl dijo...

Me encantan tus historias.... pero odio que las pongas por partes!!!

Espero, por tu bien (jajajaja), que no te demores en subir la segunda parte.

Saluditos!!