jueves, 29 de mayo de 2008

Preparatorianos al grito de guerra ( 1 )

Mientras hago memoria para desenmarañar recuerdos de mi época de preparatoriano, el sonido de las estridentes guitarras de Nirvana y la voz de Kurt Cobain cantando (gritando) el coro de "Smells Like Teen Spirit" inundan mi cabeza transportándome a esos días en los que si bien esa canción ya había pasado de moda en las grandes ciudades, era un fiero grito de guerra para los jóvenes que vivíamos en poblados pequeños como en el que viví por aquellos años... Específicamente entre el año de mil novecientos noventa y ocho y el dos mil.

Era sabido que el Director de la célebre "Preparatoria Federal por Cooperación, Lic. Benito Juárez", era un osado aviador que sólo iba a dirigir el homenaje a la bandera los lunes y que la Subdirectora era una mujer soltera a sus más de sesenta años y desmedidamente estricta que gustaba de intimidar a los alumnos. La clase de persona que dice a una adolescente cosas como "Conozco a tu papá y le voy a decir que te besas con fulano"... o "Sólo las prostitutas usan la falda un más arriba de las rodillas... ¿Eres acaso tú una prostituta?" No era un secreto que hubiera inconformidad sobre la forma en la que ambos manejaban la escuela, sin embargo salvo el Profesor Camilo, que era el grillero, parrandero y nunca serio archirival de estos ilustres personajes, nadie era capaz de levantar la mano en contra del Director y de "La araña".

Cuando pasé a quinto semestre, me integré a una planilla que terminó ganando por votación la representación de los alumnos. De dicha Sociedad de Alumnos yo resulté ser el Vicepresidente y empezamos ejerciendo nuestro pequeño poder organizando eventitos, recaudando fonditos, y toda clase de actividades a pequeña escala, típicas de una Sociedad de Alumnos de una preparatoria de aquel entonces.

Con forme nos íbamos reuniendo, imaginábamos toda clase de mejoras que podríamos implantar en la escuela a pesar de que las ideas siempre terminaban en una de dos sopas: "Cuesta mucho dinero" o "La araña no nos va a dejar"... Después vimos que si bien la limitante del dinero era muy fácil de entender y renunciamos a la idea de la cancha techada, los "peros" de La araña no lo eran tanto. Incluso estábamos convencidos de que todo lo que provenía de ella, eran imposiciones arbitrarias que finalmente eran insalvables, pues el Director nunca estaba para solucionar nada y en palabras que le escuchamos decir textualmente a la Subdirectora, ella era la que llevaba los pantalones en la escuela. Esto un día nos empezó a desanimar hasta que con el paso de los días dejó de desanimarnos y empezó a indignarnos.

Veo innecesario detallar cómo poco a poco nos fuimos armando de valor. Lo importante es que un día fue suficiente como para que cuando alguien sugirió "Hay que tomar la escuela" nadie pensara en los riesgos, en perder el certificado de preparatoria, en ser expulsado, en que era un suicidio académico o en que no valía la pena. Finalmente cuando después de mencionar diario esa frase sin que tuviera respuesta, se mencionó provocando eco, empezamos a fraguar un plan sin cabeza que aunque cargado de buenas intenciones y de mucha determinación, distaba mucho de ser políticamente correcto. Sin embargo la decisión ya se había tomado y los representantes de cada grupo de la preparatoria avalaban la toma de las instalaciones sabiéndose apoyados por su grupo.

La mañana siguiente, llegué un poco tarde a la escuela y me extraño tanta gente aglomerada afuera de la escuela... Después de despabilarme y arrancarme las últimas lagañas al frotarme los ojos, reaccioné y recordé que tenía que haber llegado media hora antes para ayudar con los preparativos del "movimiento", que desde mi Vocho parecían listos: La reja de la escuela tapiada con escritorios y butacas y la gloriosa Sociedad de Alumnos a modo de escudo humano frente a la reja. La subdirectora fúrica gritaba y forcejeaba tratando de quitar cada una de las sillas cuidadosamente atoradas que se le interponían, pero por cada silla que quitaba, dos más se volvían a colocar pese a las amenazas de la vociferante mujer con el rostro perlado en sudor. Veinte minutos después, la Subdirectora se encontraba llamando desde su teléfono celular y poco después se fue en su Topaz blanco, junto con algunos alumnos que resignados a no tener clases, pero felices por los "avances de la causa" regresaron a sus casas.

Los que nos quedamos, estábamos un poco temerosos sobre el paso que habíamos dado. Estábamos más allá del último retorno y a esas alturas se trataba de vencer o ser expulsados de la preparatoria con una grotesca mancha en el expediente. Finalmente nos tranquilizamos y decidimos acampar dentro de la preparatoria como si esperáramos que por arte de magia se solucionaran los problemas y se cumplieran nuestras peticiones, sin embargo afortunadamente, no recuerdo como, un alumno de la facultad de derecho de la UNAM que en esos días se encontraba en su famosa huelga, se fue a acampar con nosotros y nos asesoró un poco sobre "lo que había qué hacer" y pusimos manos a la obra.

Sellamos las puertas de cada salón y oficina con papeles sellados y firmados por la sociedad de alumnos para "garantizar" la salvaguarda de lo que había dentro, redactamos un pliego petitorio sin faltas de ortografía, compramos pintura y en las bardas aledañas escribimos consignas sobre nuestras demandas. El cuarto día inclusive hicimos una marcha desde la Preparatoria hasta la presidencia municipal. Marchábamos gritando consignas de protesta incluso contra el gobierno que ni vela tenía en este entierro, sin embargo en el pueblo, todo eso era nuevo. Éramos borregos alebrestados con genuina sed de justicia. Con nuestros ideales punzando como carne viva, asqueados de haber permitido estudiar bajo semejantes condiciones de represión y sintiéndonos orgullosos de hacer algo por nuestra escuela, por el municipio, el país y el mundo.

Después de que la marcha llegó a puertas del Palacio Municipal y quince minutos después de gritar consignas seudo comunistas bajo el balcón del presidente del municipio, nos dieron el paso a 6 personas para hablar con el Presidente. Entramos a su despacho y con la frente en alto leímos nuestro pliego petitorio y aludiendo a la constitución, a los principios de la nación y a nuestro pueril sentido común, sustentamos cada una de nuestras causas. Finalmente cuando el Presidente Municipal nos terminó de escuchar, nos dijo de una manera atenta pero tajante, que él no tenía forma de interceder por nosotros independientemente de que estuviera a favor o en contra. Nos consiguió el teléfono de la instancia que regulaba a los Bachilleratos y salimos de la presidencia con nuestros compañeros de causa, con aire victorioso haciendo alarde de cómo aludimos a artículos de la constitución para "defendernos" durante la "inquisitoria" plática con el Presidente y con el papelito con el número telefónico que mostramos a todos como si se tratara de un trofeo.

Mientras todo eso sucedía, entre treinta y cuarenta compañeros dormíamos a diario en alguno de los cinco campamentos que establecimos dentro de la escuela. Eran mañanas de desayunar tamales, enchiladas y pan de dulce que nos llevaban los padres de familia simpatizantes, tardes de tortas, sandwiches o escapadas a casa por comida casera, noches nuevamente de tamales, enchiladas y pan para llegar con quinientos gramos de nueva grasa en la panza a la madrugada que sobrellevábamos con café de olla calentado sobre alguna fogata. Nos entreteníamos con juegos ajedrez, platicando, cantando, tocando guitarra y avivando el fuego con ramas secas y amargas quejas contra el sistema.

Cuando nuestro campamento cumplió nueve días, llegaron las autoridades correspondientes. No se percataron de las consignas pintarrajeadas en las bardas recién pintadas de blanco pese a que todavía olían a pintura fresca, así como tampoco se enteraron de que violaron el candado de la cooperativa para sacar unos cuantos paquetes de galletas. Estuvieron con nosotros unas horas y después de analizar las peticiones, revisar los antecedentes y constatar el apoyo de la mayoría de los padres de los alumnos, se firmó la destitución oficial del Director y de la Subdirectora. Cosa que honestamente tardamos en asimilar. (Hoy a la distancia, no se si ganamos por derecho o dejaron de pelear los directivos abdicando en secreto y pacíficamente)

Las clases iniciaron casi normalmente al día siguiente. Nosotros con falsa humildad diciendo que sólo habíamos cumplido con nuestro deber representando los intereses de nuestros compañeros y dábamos los pormenores del fallo de la Comisión que vino a dialogar con nosotros. Todo fue tomando su cauce y un par de días después, el estudiante de Derecho que nos asesoró con la organización de nuestro "movimiento" nos pidió ayuda. Quería que fuéramos a la Ciudad de México a acompañarlos a una mega marcha que pugnaba por la liberación de "nuestros compañeros, presos políticos". Hicimos consenso para ver quienes íbamos a apoyarlos y con sorpresa descubrí que sólo cuatro estábamos dispuestos a ir. Íbamos dispuestos a luchar por nuestros ideales... Bueno, más bien a pagar el favor... Bueno, siendo honestos nada más íbamos a la aventura y la cita era a la mañana siguiente a las ocho de la mañana... Íbamos a las ligas mayores...

Continuará...

- el güey de junto -

No hay comentarios: