Retomando el tema de la crisis, recordaba hace algunos días con algunos ex compañeros de celda —ejem, ejem,- perdón, kise decir del trabajo, los viejos tiempos akellos en ke la loca juventud nos hacia presa de su energía y rebeldía. La crisis en realidad era la del bolsillo propio y había ke resolverla de la mejor manera, lo cual significaba, resolverla por los medios ke fuera. O no hay un dicho ke dice… el fin justifica los medios?
Las primeras fechorías eran cometidas contra los miembros de la familia o habitantes de la casa en la ke alguno de nosotros vivía.
Memo, por ejemplo, se había especializado en los cambios de su papa, la morralla, el varo suelto, el vuelto, las monedillas pues!. Su técnica era limpia y eficaz además de ke la fraterna relación ke sosteníamos todos los del grupo lo hacia compartir con todos nosotros su botín. Su papa, afortunadamente tenia su propio automóvil y como no tenia ese horrible habito de los adultos de fumar, guardaba en el cenicero del carro, las monedas ke se le iban acumulando a lo largo de la semana por ke le estorbaban en el bolsillo. Los jueves, que eran los días en ke el papa de Memo salía por la tarde a las reuniones de no se ke grupo de la doble “A” y le tenia ke dar aventón a un par de sus colegas en su carro, le pedía a mi amigo ke le limpiara el auto muy bien por dentro, ke barriera y cepillara los tapetes de hule negro con la figura de un castillito blanco en el centro y ke revisara ke no hubiera basura debajo de los asientos del conductos y pasajero, también tenia ke limpiar la guantera y el espacio entre los asientos delanteros, todo tenia ke ser barrido y examinado con mucho cuidado por ke Don Memo siempre revisaba el caro antes de irse junto a Memo pero siempre pedía ke estuviéramos todos presentes como testigos por si había ke aplicarle algún castigo al Memo, por no haber hecho bien su chamba. Ahora ke lo recuerdo, nunca castigaron al pinche Memo, tenia mucha suerte yo creo. En cuanto el papa de mi cuate aprobaba la chamba, se subía al carro y se despedía de nosotros, con la sonrisa mas inocente ke una despistada victima de robo audaz podría haber tenido, y nosotros corríamos al callejón a contar el botín ke generalmente era suficiente para podernos dar el pretexto excelente para cometer el siguiente ilícito. Memo sabia muy bien ke debajo de los tapetes del carro y entre los asientos su papa dejaba abandonadas moneditas de las de mas baja denominación ( voy a omitir las denominaciones por ke no kiero balconear ni las identidades secretas de mis compinches ni tampoco sus edades ) ke supongo se le caían en el momento de sacar el puñado de monedas ke llenarían el cenicero y ke no recogía por ke no tenían mucho valor. Memo recogía inteligentemente esas moneditas y secretamente las intercambiaba por las de mayor valor del banco-cenicero, lo cual le daba la impresión a Don Memo de ke el cenicero estaba intacto y ke su fortuna particular cenicerial estaba intacta, lo ke no solo le mantenía contento y sonriente cada jueves al despedirse de nosotros, sino ke además le demostraba lo honrado ke era su Memito. Y así habiendo cometido la primera parte del crimen perfecto, nos dirigíamos bien armados al siguiente punto en el ke aplicaríamos una estrategia mas elaborada y ke rekeria labor de ekipo, pero ke además nos daría mayores satisfacciones en varios rubros de la emoción humana…
CONTINUARA!
1 comentario:
ahh que tranzas jajajaja, estare esperando la continuación. Saludos!!
Publicar un comentario