jueves, 27 de noviembre de 2008

Tercia de patanes ( 1 )

Cuando vives solamente con un primo, ir de cacería sabiendo que tienes un departamento dispuesto a todo es motivador. Pero cuando otro primo tuyo llega de visita, esas salidas toman tintes más interesantes y los resultados pintan más prometedores... Esto sucedió en Cuernavaca por ahí del año dos mil uno.

-¿Entonces a dónde llevamos a Jorge para darle su bienvenida? -No se, para variar hay poca lana, así que tendríamos que ir a algo más populachero... -Contesté a mi primo Oswaldo. -¿Como al Calabozo? -Sí, a ver si encontramos chavas que valgan la pena en ese bar Kareoke. -Entonces habrá qué llegar temprano para que no nos ganen a las más pasables. -Sentenció Oswaldo.

A las diez de la noche estábamos bajando del camión y fuimos hacia la entrada del lugar. Después de la respectiva revisión de rigor, el tour del mesero guiándonos hacia nuestra mesa y después de revisar la carta y elegir invariablemente la bebida embriagante más económica del lugar (cerveza), pusimos manos a la obra. Como si se tratara de un regimiento de aviones de caza, cada uno tomó una ruta estratégica para peinar el lugar y converger en un mismo punto para darnos los pormenores del lugar:

-Hay pocos grupos de chavas solas y hay un grupo de cuatro que están dos dos... Al menos les vi “buen lejos”, así que es cosa de ver si se hace o no. –Terminó diciendo Jorge con seguridad.

Dejamos pasar unos minutos que aprovechamos para tantear el terreno, buscar contacto visual, tomar yo el micrófono para cantar Santa Lucía y de pronto acordamos que era momento de nombrar a un embajador para ir a hacer el primer contacto. Después de deliberar, Jorge se puso de pié y se acercó a las cuatro damas de la mesa del fondo. Intercambiaron palabras, miradas, vimos cómo Jorge a lo lejos nos señaló a nosotros y como si de su dedo provinieran hilos de marioneta articulados a las narices de las cuatro, voltearon a vernos a Oswaldo y a mí, que para entonces ostentábamos ademanes de hombres de mundo que degustan un fino licor mientras hablan de la Bolsa de Valores.

Jorge nos hizo una seña con la que nos dijo que todo estaba hecho. Fuimos con ellos, ellas se pusieron de pié y pasamos a la pista a bailar. Al pasar la pista, cada quién asumió que a quien tenía enfrente sería su pareja… Bueno, casi, porque ellas eran cuatro y nosotros tres, y porque finalmente decidimos bailar en forma que visto desde arriba a veces parecería un círculo perfecto y a ratos una línea. Como una boca que se abre y cierra y en un momento nos ponía a cada uno de nosotros a bailar con una, después con una y media espalda de otra, luego con dos y en ocasiones con una y un cuarto de cadera de otra.

De inmediato noté que la chica que geográficamente me correspondía sólo a mí por estar los dos a la orilla, volteaba mucho hacia atrás, motivo que de inmediato quedó aclarado al hacerme saber que ahí estaba su novio con sus amigos, que estaban peleados, que la habían seguido o algo así. El punto es que cuando pensé que todo se iba al caño cuando dijo que iba a ir con él para no armar problemas, llegó su relevo y entonces sí, después de una breve reorganización cada oveja con su pareja.

Cuando nos sentamos en la mesa de ellas, empezamos a platicar y después de un rato de “Mira, yo…” “Y me gusta…” “Y por lo regular yo…”, Oswaldo y yo vimos con sorpresa que mi primo Jorge ya se estaba besando con su pareja, cosa que Oswaldo y yo le aplaudimos en forma de gestos levantando las cejas mientras telepáticamente nos decíamos: “Mira a ese güey… Nosotros como locales no debemos quedarnos atrás”.

Y entonces como si se tratara de una carrera, Oswaldo y yo decidimos aplicarnos para vernos en las mismas circunstancias. Yo tomé de la mano a la señorita que estaba conmigo, empecé a hablarle un poco más cerca del oído y cuando pensé que estaba todo listo para emparejarme con las habilidades de Jorge, volteé a mi izquierda y vi a Oswaldo besándose con su pareja, así que me desesperé, me salí de mi plan persuasivo y rompí la pasividad con un beso que fue bien correspondido.

El resto de la velada se concentró en besos, caricias, plática más personal, en persuadirlas de continuar la velada en mi departamento y en escuchar que no podían, que tenían los permisos bien medidos y que tendríamos qué vernos al día siguiente.

Cuando nos dijeron que tenían que irse, las acompañamos a la salida y el plan era simple. Sugirieron dividir la cuenta en seis partes iguales y tras pagar cada quién se iría por su lado y nos veríamos el día de mañana cerca del departamento para invitarlas a comer. Cuando estábamos por decir adiós y dar el último beso de la noche, Jorge dijo “Si quieren las acompañamos a su casa” y los cinco dijimos “¿En serio?” Sólo que mientras las tres jóvenes lo dijeron en voz alta mirándonos con gesto agradecido, Oswaldo y yo lo dijimos en voz baja o más bien sólo lo pensamos con tono incrédulo mientras que con la mirada le recriminábamos a Jorge su desconsideración hacia nuestros escasos fondos, pero el ofrecimiento ya estaba en la mesa y era peor retractarnos que pasar penurias económicas.

Paramos un taxi y después de casi hora y media de camino y noventa pesos de aquel entonces y de llevar a cada señorita a su casa llegamos los tres al departamento refunfuñando por la tarifa del taxi y por la mala fortuna de que las tres vivieran tan lejos entre sí, pero también haciendo planes para el día siguiente antes de irnos a dormir.

Al despertar hicimos cálculos: Tres parejas y tres recámaras. Lo que no embonaba era que sólo el cuarto que le tocaba a Jorge tenía puerta que aunque esta ya no abría y cerraba bien, podía cumplir con su trabajo de dar privacidad. Oswaldo y yo tuvimos que ser creativos, así que mientras yo clavaba tachuelas en la pared para improvisar un tendedero y colgar una sábana, Oswaldo aprovechó el tubo en el que hacía ejercicio y que estaba empotrado justo en el marco donde iba la puerta de su recámara.

Para celebrar la improvisación de mi “puerta” di un brinco a la cama y entonces justo a caer surgió una nueva preocupación, ya que en lugar de escucharse exclusivamente mi impacto contra el colchón, se escuchó un sonoro rechinido… Entonces recordé que en la mudanza me habían robado unas botas dentro de las cuales guardé una bolsa de plástico con los tornillos que servían para armar la base de mi cama. Las tablas de la cama estaban simplemente apoyadas sobre cajas y revistas viejas y como consecuencia la cama rechinaba en exceso. Era algo que tenía qué solucionar de inmediato, pues la falta de puerta y el intenso rechinido podría cohibir a la susodicha y arruinar todo el plan.

Salí corriendo a la ferretería sólo para encontrarla cerrada, así como las otras tres que había en la colonia. Fui al supermercado y como ahí tampoco encontré tornillos como los que necesitaba llegué resignado a la casa y cuando estaba por meterme a bañar, vi el tendedero en el patio de servicio y todo tomó forma dentro de mi cabeza: Puse trapos y toallas entre las uniones de cada tabla y pasé cordón de tendedero a través de las perforaciones por donde debían pasar los tornillos, hice varios nudos para asegurarlos y el resultado fue perfecto. Brinqué en la cama, me acosté, me paré, me volví a acostar y hasta imité peculiares movimientos pélvicos a modo de prueba de fuego y el veredicto fue el mismo: Insonorización perfecta.

Me bañé y me vestí en tiempo record. Salimos los tres primos al punto de reunión que convenientemente era una farmacia cerca de donde vivía, pues nos surtimos de parque y cuando nuestros bolsillos estaban repletos de látex nos paramos sobre la banqueta y estuvimos al pendiente por si las veíamos llegar. Cinco minutos después las tres bajaban de un taxi justo frente a nosotros. A plena luz de día y sin una décima de grado de alcohol en la sangre las señoritas se veían diferentes. Menos interesantes por no decir más comunes, pero no le dimos importancia y después de las formalidades del saludo caminamos hacia el departamento...

Continuará...

- el güey de junto -

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así que tu creatividad se activa con la idea de satisfacer tus necesidades sexuales??? jajaja nada más te faltó el mantel de flores.

Kitty♥

Cheryl dijo...

Jajajajaja supongo que eran unos adefesios a la luz del sol.

Pero eso les pasa por facilotes jajajaja. Menos mal que, como dice Kitty, eso sirvió para activar tu creatividad y arreglar tu cama.

Saludos!!