lunes, 11 de agosto de 2008

Delicada flor

Era casi la hora en la que cerraba la oficina de cobranza y el último día para pagar la mensualidad del crédito hipotecario. Después de cuarenta minutos de fila finalmente estaba frente a la ventanilla con el dinero en mano. Pagué la cantidad, esperé mi recibo de pago pero en vez de eso, recibí una notificación de la cajera que me dijo que mi pago estaba incompleto… “¡¿Incompleto?!” Y es que resultó que por ser la primera mensualidad del crédito, no sabía que en la cantidad pactada en el contrato, no estaba incluido el pago de seguro obligatorio.

Salí molesto y apresurado buscando un cajero automático en la calle Madero y por no conocerla con exactitud, simplemente decidí caminar en dirección a donde dejé el carro estacionado… A tres cuadras de la oficina de la hipotecaria por la dificultad de encontrar lugar más cerca (típico de esa calle en hora pico).

A medio camino, vi una fila con tal vez doce a quince personas esperando turno. Me formé tras la última y con resignación me di cuenta de la anormal lentitud con la que uno a uno iba realizando sus transacciones bancarias. Difícilmente llegaría a hacer el pago a tiempo.

A los cinco minutos de espera, una peculiar familia tras de mí. Un señor como de un metro noventa de estatura, obeso, de escaso cabello cuya mitad era plateada y con cara de “pocos amigos” era la cabeza. Su esposa, una mujer como de cincuenta años que no tenía nada fuera de lo común; y su hija… Su hija, caray…

La niña era un poco más alta que yo, que a penas mido uno setenta y dos con todo y zapatos. Usaba uniforme de ¡secundaria! El cual estaba lleno de manchas como de comida; de cabello corto relamido con gel y rematado en una diminuta cola de caballo. Nariz ancha, sonrisa muy poco agraciada, ojos chiquitos, seguramente talla trece. Hasta aquí, aunque “poco atractiva”, nada fuera de lo común.

Fue hasta que pasó un señor de la tercera edad empujando un carrito que vendía chicharrones de harina cuando escuché hablar a la delicada niña con un tono de voz que nos recordaría al más caprichudo niño que hayamos visto en muchos años. Con dicción pobre, voz que sonaba gangosa pero a propósito, pero con muy buena potencia, dijo: -Papá ¡Quiero unos chicharrones! –Y “Papá oso” con tono condescendiente le dijo que acababa de comer, pero la única respuesta conseguida fue: -¡No me importa! ¡Quiero unos chicharrones!...Ándale pues. Pídelos…

-Cuando la niña por fin tuvo en sus manos una gran bolsa de chicharrones rebosantes en salsa picante, se paró justo detrás de mí y empezó a comer y yo aunque no voltee a verla directamente, la alcanzaba a ver a través del reflejo de los vidrios de la puerta del cajero automático.

La escuchaba devorar chicharrones a escasos centímetros de mi oreja de una forma grotesca. Sabía que masticaba con la boca abierta por la forma en la que escuchaba el ritmo de la inconsistente masa chiclosa estampándose contra sus muelas… “¡Plach! ¡Plach! ¡Plach!...” y para colmo, escuchaba su respiración profunda, sonora, siseante y silbante… Era como si a través del sonido que escuchaba y viendo el velado reflejo de ella atrás de mí, pudiera obtener aquellas desagradables vistas en primer plano en los que apreciaba con detalle su nariz sucia y mejillas llenas de salsa…

-Mijita, haste un poquito para atrás, vas a ensuciar al señor… -Y tras escuchar eso, instintivamente di un pequeño paso hacia delante… Mismo paso que ella imitó como si se aferrara a conservar esa milimétrica distancia entre sus regordetes dedos llenos de salsa y mi cabeza. La niña sólo respondía sin dejar de masticar: -¡Ya, (plach) déjame papa! (plach, plach) –Todo sin dejar de respirar escandalosamente como si no se hubiera limpiado la nariz jamás en su vida.

No se si por ser muy ideático, pero juraría que a ratos sentía una leve brisa tras el cuello… Como ligeras salpicaduras… Era como si cada vez que la escuchaba sacar su “manita” de la ya maltrecha bolsa de plástico, mi cerebro detonara señales que me hacían sentir esa sensación en la nuca…

Finalmente entré al cajero. Lo primero que hice fue pasarme la mano por detrás del cuello y después de ver mi mano limpia, teclear mi número confidencial a toda velocidad… Pensé: “¿Y si yo tuviera una hija así?... Caray… Toda una delicada flor”…

Por cierto, alcancé a pagar ese día la mensualidad de la casa y evité recargos.

- el güey de junto -

5 comentarios:

Cheryl dijo...

Ahh!! odio cuando eso pasa, me molesta que las personas no respeten tu espacio y se acerquen tanto a tu cuerpo. En mi caso es mucho más incómodo cuando se trata de una persona del sexo opuesto.

Aunque muchos se fían de mi cara de niña buena y mi pequeña estatura, tengo un carácter un poquito fuerte y me defiendo como puedo.

Y con eso de que ya debemos hacer fila para todo... tal vez deba comprar un gas pimienta por si las dudas jajajajaja.

Saludos!!

Anónimo dijo...

Me recordaste a mi profe de Derecho cuando daba sus ejemplos tan simples acerca de la esfera jurídica: "va el condenado chamaco hecho la mocha en su patin del diablo sobre la banqueta y ¡zaz! se va contra una señora ¡ay!¡ay!.. en ese momento ¡invade! su efera jurídica".

Por otro lado, no creo que puedas llegar a tener una híja como una "delicada flor CARNIVORA", más bien la tuya podrá ser una "delicada flor gamopétala".

Kitty♥

Pasajeros enmascarados dijo...

(buscando "gamopétala" en el diccionario)... : )

MIG dijo...

iuuu que desagradable... eso me recordo a mi jefe, que todavia es peor, siendo que es una persona de 46 años "estudiada", y que mientras come no cierra la boca, tampoco le es impedimento para no hablar, wacala!!!... ahh... ademas de eso, mi tan brillante jefecito, tiene el descaro de rascarse sus gumaros enfrente de la gente... que desagadable es, y lo peor es que convivo con el de lunes a sabado... deberias de agradecer de no ver esa delicada florecita todos los dias jajajaja. Saludos

Anónimo dijo...

Me lo imaginé y me dió mucha risa jajaja... me la curo de ti... son esas cosas asquerosas que nos pasan.

Y sabrá Dios como irá a ser tu prole pero no te deseo ése mal, solo no les des chetos con leche porfavor.