Aquellos domingos de niñez en los que uno se encontraba motivado por el crecimiento, el desarrollo, la buena alimentación y a falta de Danoninos, era relativamente fácil que nuestros padres nos convencieran de tomar cuanto menjurje prometiera ayudar con nuestro desarrollo, con tal de crecer grandes y fuertes.
El favorito de mis papás, era el licuado de plátano con avena cuyo ingrediente secreto era… (Música de suspenso) ¡Un huevo crudo!... El cual después de agregar un poco de azúcar, un chorrito de vainilla y suficiente canela, era prácticamente imperceptible.
Viví muchos años con aquél ícono de proteínas y buena nutrición en un gran pedestal. Incluso me sentía orgulloso de que mis padres me hubieran preparado esos licuados con huevo sin los cuales seguramente el día de hoy estaría más chaparro, más enclenque, más loco y probablemente hasta más deforme del jorobado de Notre Dame.
Años más tarde me casé con Aída, que entre sus curiosidades tiene una licenciatura en nutrición. Me ha enseñado que los camarones tienen igual o más colesterol que unos chicharrones de puerco, que la papa se considera cereal y no verdura y que (¡Háganme el favor!) ¡El aguacate es una fruta!... Así como otros mitos, realidades y demás datos interesantes que me hacen ver que Aída y el brócoli se hablan de tú, y que las calabazas y el pescado a la plancha se llevan de a piquete de ombligo con ella.
Entre las pláticas rubricadas con “Y mis papás, cuando yo era chiquito…”, descubrimos que ambos tomábamos esos ostentosos licuados con huevo crudo, sólo que mientras yo se lo platicaba con orgullo, ella lo hacía con cara de fuchi… Cosa que me extrañaba, pues dentro de todo, ella mejor que nadie por ser nutrióloga, debería admitir que aunque no le gustaban, constituyeron una poderosa fuente de proteína básica para nuestro desarrollo… O al menos eso pensaba…
-¿Sabías que el huevo y la carne cruda no te sirven de nada? –Dijo Aída, lo cual en principio no entendí… Ante mi desconcierto, ella afirmó: –¡En serio! Sin cocinarse, los huevos y la carne no te sirven como fuente de proteína… -Y después de explicármelo con términos científicos, bioquímicos, bromatológicos, musicales y un par de actuaciones acompañadas de curiosas onomatopeyas, me hizo entender que todos esos licuados habían sido innecesariamente espesos… Por decir lo menos…
Todavía recuerdo a mi mamá que orgullosa se jactaba de que la consistencia del licuado se asemejaba al concreto y que eso me motivaba a tomármelo pese a la amenaza de que se solidificara en mi garganta ahogándome de manera fulminante. –Te lavaron el coco. –Me dijo Aída… -Yo al menos tengo el consuelo de que nunca estuve de acuerdo con la faena del huevo en el licuado. –Y mientras Aída me decía eso, yo recordaba a mi madre haciendo ademanes de fortachón mientras me servía el licuado que se desprendía de la licuadora en espesos grumos… No cabe duda que desde niño soy altamente manipulable…
Y pensar que así como mis padres me trataron de nutrir con placebos y remedios caseros, miles de personas que van a gimnasios o se dejan persuadir por sus padres, siguen ingiriendo todo el colesterol del huevo, pero sin su preciada cantidad de proteína… Caray… De haber sabido… Al menos me queda el consuelo de que cada huevo que vertieron en la taza de la licuadora, iba cargado de amor, grandes expectativas y de sus mejores intenciones.
- el güey de junto -
El favorito de mis papás, era el licuado de plátano con avena cuyo ingrediente secreto era… (Música de suspenso) ¡Un huevo crudo!... El cual después de agregar un poco de azúcar, un chorrito de vainilla y suficiente canela, era prácticamente imperceptible.
Viví muchos años con aquél ícono de proteínas y buena nutrición en un gran pedestal. Incluso me sentía orgulloso de que mis padres me hubieran preparado esos licuados con huevo sin los cuales seguramente el día de hoy estaría más chaparro, más enclenque, más loco y probablemente hasta más deforme del jorobado de Notre Dame.
Años más tarde me casé con Aída, que entre sus curiosidades tiene una licenciatura en nutrición. Me ha enseñado que los camarones tienen igual o más colesterol que unos chicharrones de puerco, que la papa se considera cereal y no verdura y que (¡Háganme el favor!) ¡El aguacate es una fruta!... Así como otros mitos, realidades y demás datos interesantes que me hacen ver que Aída y el brócoli se hablan de tú, y que las calabazas y el pescado a la plancha se llevan de a piquete de ombligo con ella.
Entre las pláticas rubricadas con “Y mis papás, cuando yo era chiquito…”, descubrimos que ambos tomábamos esos ostentosos licuados con huevo crudo, sólo que mientras yo se lo platicaba con orgullo, ella lo hacía con cara de fuchi… Cosa que me extrañaba, pues dentro de todo, ella mejor que nadie por ser nutrióloga, debería admitir que aunque no le gustaban, constituyeron una poderosa fuente de proteína básica para nuestro desarrollo… O al menos eso pensaba…
-¿Sabías que el huevo y la carne cruda no te sirven de nada? –Dijo Aída, lo cual en principio no entendí… Ante mi desconcierto, ella afirmó: –¡En serio! Sin cocinarse, los huevos y la carne no te sirven como fuente de proteína… -Y después de explicármelo con términos científicos, bioquímicos, bromatológicos, musicales y un par de actuaciones acompañadas de curiosas onomatopeyas, me hizo entender que todos esos licuados habían sido innecesariamente espesos… Por decir lo menos…
Todavía recuerdo a mi mamá que orgullosa se jactaba de que la consistencia del licuado se asemejaba al concreto y que eso me motivaba a tomármelo pese a la amenaza de que se solidificara en mi garganta ahogándome de manera fulminante. –Te lavaron el coco. –Me dijo Aída… -Yo al menos tengo el consuelo de que nunca estuve de acuerdo con la faena del huevo en el licuado. –Y mientras Aída me decía eso, yo recordaba a mi madre haciendo ademanes de fortachón mientras me servía el licuado que se desprendía de la licuadora en espesos grumos… No cabe duda que desde niño soy altamente manipulable…
Y pensar que así como mis padres me trataron de nutrir con placebos y remedios caseros, miles de personas que van a gimnasios o se dejan persuadir por sus padres, siguen ingiriendo todo el colesterol del huevo, pero sin su preciada cantidad de proteína… Caray… De haber sabido… Al menos me queda el consuelo de que cada huevo que vertieron en la taza de la licuadora, iba cargado de amor, grandes expectativas y de sus mejores intenciones.
- el güey de junto -
4 comentarios:
Bueno, pues hoy yo aprendi que el huevo y carne crudos no te sirven.... fijate nadamas, yo llegue a probar el licuado con huevo, afortunadamente muy pocas veces, lo que si me atascaban era licuado de zanahora, el cual odiaba, y mi delicioso Calcetose jeje..
oiee.. pero entonces que nutre a los leones mmmmm ... acaso tambien tienen el colesterol alto????? ....
Los animales carnívoros sí producen las enzimas que desdoblan la proteína de la carne cruda... Nosotros no y requerimos de la cocción para dicho proceso...
; )
Ohhhhhhhhhhhh
:O
Guuacc!! Mis papas me hacían lo mismo, pero en un chocomilk. Como tu dices nunca estuve de acuerdo con ello, pero me lo tenía que tomar.
Jajajaja ahora puedo reclamar que todo mi sufrimiento era en vano porque no nutre en absoluto.
Saludos!!
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