Ayer amanecimos con el nuevo horario de verano y aunque la gran mayoría de los mexicanos entre los cuales me incluyo no vivimos el domingo ningún tipo de consecuencia, seguro hubo más de uno que perdió un vuelo, llego tarde a un entrenamiento o simplemente sintió que le movieron el tapete. La gente que vivió el reventón el sábado en la noche y madrugada del domingo hizo comentarios a la tónica de "Ya nos robaron una hora de pachanga", pero lo que realmente requirió más voluntad fue incorporarnos hoy lunes a nuestras actividades cotidianas.
Me acosté al cuarto para las doce y como cada noche lo hice con la creencia de que al acostarme, cada minuto antes de la media noche es ganancia y equivale a dormir de más. Por otro lado, dentro de mi rosario de manías obsesivas, dormir a las doce con cinco, implica que estoy durmiendo cinco minutos menos y seguramente por karma psicosomático* al día siguiente me costará mucho más trabajo levantarme...
Por alguna razón que en ese momento creía extraña, pasaban los minutos y yo seguía con el flujo de ideas girando a velocidades vertiginosas. Mi cerebro seguía evocando esa estúpida tonada que mi subconsciente adquirió seguramente en un lapso de debilidad y también se encontraba ocupado haciendo cuentas para administrar el gasto. ¡Vaya roña!... Por si fuera poco, al asomarme para ver la hora, los enormes y luminosos números rojos gritaron "doce con treinta y ocho"... Lo cual para alguien obsesivo como yo, es desesperante.
Conforme pasaron los minutos, el breve estado de somnolencia con el que me acosté iba desapareciendo. Cada vez me sentía más despierto y tanto fue el grado de vivacidad, que estuve apunto de levantarme a leer para recuperar el sueño... De nuevo echando un vistazo: "Doce con cincuenta y uno"... ¿Sería un ataque de insomnio? ¿Qué eso no es algo que sólo le sucede a la gente mala, o a la gente que tiene grandes deudas y ni un ápice de oportunidad para pagarlas? ¿Sería porque no voy a la iglesia?... Cuando el reloj marcó la una con siete minutos me resigné a no dormir. Respiré profundo y sin buscarlo, quedé dormido.
Suena el despertador y me veo con más dificultad para levantarme. Con los ojos más hinchados de lo normal. Con la mañana más oscura de lo normal... Diría que con más lagañas de lo normal, pero eso sería mentira. Cuando despierto, todo cuadra: No me podía dormir porque mi estúpido reloj biológico se empeñaba en mantenerme despierto hasta que la media noche cósmica llegara. A un reloj biológico le importa un rábano una iniciativa para ahorrar energía eléctrica o los ahorros en kilowatts/hora que pudiera generar un edificio público.
Espero que mañana al librar la clásica batalla contra Morfeo, no tenga estos peculiares tintes de batalla épica donde por más que me trato de hacer fuerte, el enemigo se multiplica hasta el infinito imposibilitando que alguna vez pueda salir victorioso sin sueño... Sin lagañas... Sin la horrible sensación de que me robaron una hora de mi vida que no me repondrán hasta dentro de varios meses.
Me acosté al cuarto para las doce y como cada noche lo hice con la creencia de que al acostarme, cada minuto antes de la media noche es ganancia y equivale a dormir de más. Por otro lado, dentro de mi rosario de manías obsesivas, dormir a las doce con cinco, implica que estoy durmiendo cinco minutos menos y seguramente por karma psicosomático* al día siguiente me costará mucho más trabajo levantarme...
Por alguna razón que en ese momento creía extraña, pasaban los minutos y yo seguía con el flujo de ideas girando a velocidades vertiginosas. Mi cerebro seguía evocando esa estúpida tonada que mi subconsciente adquirió seguramente en un lapso de debilidad y también se encontraba ocupado haciendo cuentas para administrar el gasto. ¡Vaya roña!... Por si fuera poco, al asomarme para ver la hora, los enormes y luminosos números rojos gritaron "doce con treinta y ocho"... Lo cual para alguien obsesivo como yo, es desesperante.
Conforme pasaron los minutos, el breve estado de somnolencia con el que me acosté iba desapareciendo. Cada vez me sentía más despierto y tanto fue el grado de vivacidad, que estuve apunto de levantarme a leer para recuperar el sueño... De nuevo echando un vistazo: "Doce con cincuenta y uno"... ¿Sería un ataque de insomnio? ¿Qué eso no es algo que sólo le sucede a la gente mala, o a la gente que tiene grandes deudas y ni un ápice de oportunidad para pagarlas? ¿Sería porque no voy a la iglesia?... Cuando el reloj marcó la una con siete minutos me resigné a no dormir. Respiré profundo y sin buscarlo, quedé dormido.
Suena el despertador y me veo con más dificultad para levantarme. Con los ojos más hinchados de lo normal. Con la mañana más oscura de lo normal... Diría que con más lagañas de lo normal, pero eso sería mentira. Cuando despierto, todo cuadra: No me podía dormir porque mi estúpido reloj biológico se empeñaba en mantenerme despierto hasta que la media noche cósmica llegara. A un reloj biológico le importa un rábano una iniciativa para ahorrar energía eléctrica o los ahorros en kilowatts/hora que pudiera generar un edificio público.
Espero que mañana al librar la clásica batalla contra Morfeo, no tenga estos peculiares tintes de batalla épica donde por más que me trato de hacer fuerte, el enemigo se multiplica hasta el infinito imposibilitando que alguna vez pueda salir victorioso sin sueño... Sin lagañas... Sin la horrible sensación de que me robaron una hora de mi vida que no me repondrán hasta dentro de varios meses.
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Actualización al 7 de abril, 12:40pm
Me permití actualizar esta anécdota para agregar una última situación a mi rosario de quejas e inconformidades. Por el destanteo de la hora a la que desayuné, tengo un hambre terrible y todavía no llega la hora de comida. No, no, no... Esto del horario de verano no me termina de convencer...
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*Psicosomático: Tipo de padecimiento imaginario que inventamos los locos a partir de la manipulación enferma de nuestro subconsciente a nuestro organismo de tal forma en que nos convencemos de que es real.
>> Grinch <<
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