domingo, 20 de abril de 2008

"Yo creo que ya no va a llegar nadie más"...

Rutilio es un Ingeniero recién jubilado; bajo de estatura, con todo el cabello prácticamente blanco, dueño de unos kilos de más, analítico y con una inquietud juvenil por afrontar nuevos retos. En cierta ocasión hace no muchos meses, un maratón local de poco más de 5 kilómetros en su ciudad natal Matamoros, Tamaulipas fue uno de esos nuevos retos que se propuso a vencer.

Consciente de que jamás fue deportista y de que tampoco tenía una condición física sobresaliente, su meta fue prudente. No ganaría la carrera, pero terminaría el recorrido. Llegaría al final de la ruta venciendo el pronóstico que anunciaba su "nada atlético" semblante. El hermano menor de Rutilio quien también pasa de los cincuenta años fue contagiado por la jocosa iniciativa deportiva, así que el día del evento ahí estaban los dos en la línea de salida sin ningún tipo de entrenamiento o algo además de una improvisada rutina de calentamiento.

Cuando la pistola de salvas anunció la salida, los más entusiastas junto con los que tenían mayor aptitud deportiva tomaron la delantera. Rutilio y su hermano se concentraron en sostener su paso que iba siendo escoltado por la ambulancia que acostumbra ir detrás del último participante. Pasaron los minutos y los familiares de Rutilio fueron a comprar bebidas para recibirlos. Después de un rato llegaron a la meta y vieron que los organizadores estaban recogiendo todo: Desinstalando el podium, desconectando el equipo de sonido, desmantelando el arco rotulado con la palabra "META" por donde entraban los participantes y barriendo el confeti que arrojaba el público a los concursantes. Esto hizo pensar a la familia de Rutilio que probablemente habrían llegado tarde y que seguramente Rutilio y su hermano se habrían ido a dar la vuelta a la manzana para no parar en seco y estirar un poco los músculos antes de dar por terminado el ejercicio.

La mitad de los que esperaban a Rutilio decidieron dar una vuelta a las cuadras vecinas para buscarlos. Incluso entraron a un par de heladerías para averiguar si los concursantes no habían entrado a refrescarse un poco. Cuando los grupos de búsqueda regresaron a la meta empezaron a preocuparse, especialmente cuando alguien dijo "Ahí viene la ambulancia". Todos voltearon a ver la ambulancia que emergía desde el horizonte, aunque notaron que a pesar de venir con las luces intermitentes no venía rápido. Cuando la ambulancia estaba sólo a unos cuántos cientos de metros, vieron que frente a ella venían Rutilio y su hermano caminando a paso constante. Avisaron a los organizadores e instantes después, se encontraban instalando otra vez el arco de meta, conectando nuevamente el equipo de sonido, montando por segunda vez el podium y consiguiendo un par de bolsas de confeti. Cuando Rutilio y su hermano cruzaron la meta y recibieron aplausos, confeti, muchas felicitaciones y después un diploma que hacía constar que habían terminado el recorrido.

Dentro de un par de sarcasmos y el hecho de que los organizadores ya habían perdido la esperanza de que todavía hubiera alguien sin llegar a la meta, Rutilio vio con orgullo que aunque llegaron al último y con varios minutos de retraso, decenas de participantes de edades diversas no terminaron el recorrido. Acabaron doblados vomitando y unos cuántos desmayados. "Este año me quiero inscribir a la ruta de 10 kilómetros, pero para ese sí tendré que ponerme en condición si es que quiero terminarlo", me dijo Rutilio cuando terminó de platicarme su anécdota.

No dudo que conquiste ese nuevo reto. Seguramente la noche del día de hoy ya estará caminando un par de kilómetros para ponerse en forma... Ese día participará sin importar que lo haga nuevamente escoltado por una ambulancia desplazándose a 2 kilómetros por hora... Esa es la tenacidad del Ingeniero Rutilio.

- el güey de junto -

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando se tiene una idea firme en la mente todo se puede y no hay q sabotear ese objetivo con pensamientos que lo limiten, jamás!

Kitty♥