Hoy, otra vez es día de quitar el cerrojo y la cadena que mantienen cerrado el baúl de mis vergüenzas románticas personales. Digo vergüenzas, porque es de aquel grupo de situaciones en las que no me enorgullezco para nada de lo que hice o de cómo lo hice. Es de esas anécdotas que aunque dejan una experiencia, te dejan el sentimiento de "Si pudiera remediarlo, regresaría el tiempo y lo haría diferente". Sin embargo, ante esa imposibilidad que deja al descubierto la estupidez humana (en este caso, la mía en particular) no me queda mas que guardar este recuerdo como experiencia y... ¿Por qué no? Compartirlo con mis cómplices del vagón.
Aquel era uno de esos sábados en los que a falta de algún compañero de bohemia, decidí salir solo al bar de costumbre. Con presupuesto exageradamente limitado, estaba destinado a irme a las diez de la noche si quería irme en el último camión de la ruta nueve que pasaba por mi casa, porque no me alcanzaba para pagar un Taxi. Tomar un trago era impensable. De todos modos esa salida austerísima era mejor que quedarse en casa.
Como era bastante temprano, muchas mesas todavía estaban vacías. Me senté en la mesa más cercana a la pequeña plataforma donde el grupo de rock tocaba (grupo formado por conocidos que me permitían subir a tocar un par de piezas) a pesar de que era una mesa para siete. Pasaron los minutos y las mesas se fueron llenando. Finalmente el mesero que ya me conocía de vista y sabía que era de los que no consumía nada, me pidió que tomara una mesa más chica, pues había llegado un grupo y donde yo estaba era la única mesa en la que cabían. Estaba poniéndome de pié cuando uno de los dos jóvenes que venían con tres señoritas le dijo al mesero: "No hay problema, que se quede ahí, de todos modos sobran dos lugares". Le di las gracias y seguí escuchando con atención al grupo.
Minutos después sonó la alarma de mi reloj que indicaba que si no salía corriendo, perdería el último camión. Eso implicaba que tendría que caminar cerca de dos horas para llegar a la casa o que tendría que ver la forma de conseguir aventón... [Conseguir aventón... Dos jóvenes y tres señoritas... Conseguir aventón... Dos jóvenes y tres señoritas... Conseguir aventón...] Mi mente sugirió la relación que hizo que mi cerebro fraguara el plan haciendo caso omiso a mi adormilada conciencia. Tenía la pequeña posibilidad de hacer amistad con los inquilinos de mi mesa para que después de apelar brevemente a su compasión me llevaran a mi casa. Apagué la alarma de mi reloj y puse manos a la obra...
Por el orden y ubicación en la que se sentaron, supe que del grupo de cinco, sólo había una pareja bien formada. Por la forma en la que estaban sentados, supe que en el mejor de los casos, el otro espécimen masculino pudiera pretender a una de las chicas que por lo visto no le dedicaba mucha atención, sin embargo por si las dudas, empecé con el escaneo de la chica que estaba enfrente de mi, del otro lado de la mesa. La chica que a todas luces parecía ser la que no tenía compromisos (al menos en esa mesa) y en la que habría de enfocar mis pueriles esfuerzos "donjuanezcos": Morena, tal vez entre 18 y 20 años, voluptuosa, un poco llenita, cara bonita. Empecé con un par de miradas casuales acompañadas por algunas sonrisas. Cuando noté mi incapacidad para acelerar el paso usé un infantil (estúpido) pero efectivo truco para llamar su atención. Cuando nos miramos fijamente, mi cara de galán se transformó en una mueca infantil y le enseñé la lengua. Ella titubeó desconcertada, abrió más los ojos y con cara de sorpresa abrió un poco la boca como si exclamara en voz baja... Se paró de su silla y se sentó en la silla vacía que estaba junto a mí.
El resto fue palabrería, intercambio de datos generales y algo de risas. Después interrumpí la plática pidiéndole un momento, ya que un integrante del grupo me ofreció su guitarra acostumbrado a que en ciertas canciones de Caifanes le pedía oportunidad para el palomazo. Aproveché la oportunidad para farolear un poco con la guitarra... Un poco más de la cuenta... Cuando terminó la canción y regresé a mi asiento, confiado en mi halo de rockstar le pedí que fuéramos a platicar a un lugar más tranquilo. (En este momento, si fuera yo espectador y mi anécdota una película, emitiría una sonora trompetilla aludiendo a lo chafa del argumento)
Estábamos en una de las mesas más apartadas platicando y después de un rato ya estábamos tomados de la mano. Estaba buscando la oportunidad de darle un beso para dar el siguiente paso y ¿Por qué no decirlo aunque me llene de vergüenza?... Para asegurar el aventón a mi casa. -Claudia, ya nos vamos... Dijeron sus compañeros, mientras yo veía cómo se desmoronaba mi posibilidad de ir gratis en auto a mi casa. -¿Ya tan rápido? -¡Cuál rápido! Ya van a dar las dos y el grupo termina de tocar su última tanda en diez minutos... -Bueno, ya me tengo que ir. ¿Tienes teléfono? -No. Dije con cierta pena. -Bueno, a ver si luego nos vemos. Y con un beso en la mejilla se despidió de mí al levantarse.
Resignado a la larga caminata que me esperaba para regresar a mi casa, regresé a la solitaria mesa para siete. Seguí viendo y escuchando al grupo cuando una de las chicas que acompañaban a Claudia regresó, se sentó conmigo y me dijo -Me dijo Claudia que te diera esto... Me había anotado su número tras un volante que anunciaba una promoción de tres por dos en cerveza oscura. -Y también me dijo que si querías acompañarnos para estar con ella... Pensé que mi suerte había regresado y que posiblemente obtendría mi regreso gratis a casa, pero los planes del destino eran un poco... Diferentes...
Continuará...
- el güey de junto -
Aquel era uno de esos sábados en los que a falta de algún compañero de bohemia, decidí salir solo al bar de costumbre. Con presupuesto exageradamente limitado, estaba destinado a irme a las diez de la noche si quería irme en el último camión de la ruta nueve que pasaba por mi casa, porque no me alcanzaba para pagar un Taxi. Tomar un trago era impensable. De todos modos esa salida austerísima era mejor que quedarse en casa.
Como era bastante temprano, muchas mesas todavía estaban vacías. Me senté en la mesa más cercana a la pequeña plataforma donde el grupo de rock tocaba (grupo formado por conocidos que me permitían subir a tocar un par de piezas) a pesar de que era una mesa para siete. Pasaron los minutos y las mesas se fueron llenando. Finalmente el mesero que ya me conocía de vista y sabía que era de los que no consumía nada, me pidió que tomara una mesa más chica, pues había llegado un grupo y donde yo estaba era la única mesa en la que cabían. Estaba poniéndome de pié cuando uno de los dos jóvenes que venían con tres señoritas le dijo al mesero: "No hay problema, que se quede ahí, de todos modos sobran dos lugares". Le di las gracias y seguí escuchando con atención al grupo.
Minutos después sonó la alarma de mi reloj que indicaba que si no salía corriendo, perdería el último camión. Eso implicaba que tendría que caminar cerca de dos horas para llegar a la casa o que tendría que ver la forma de conseguir aventón... [Conseguir aventón... Dos jóvenes y tres señoritas... Conseguir aventón... Dos jóvenes y tres señoritas... Conseguir aventón...] Mi mente sugirió la relación que hizo que mi cerebro fraguara el plan haciendo caso omiso a mi adormilada conciencia. Tenía la pequeña posibilidad de hacer amistad con los inquilinos de mi mesa para que después de apelar brevemente a su compasión me llevaran a mi casa. Apagué la alarma de mi reloj y puse manos a la obra...
Por el orden y ubicación en la que se sentaron, supe que del grupo de cinco, sólo había una pareja bien formada. Por la forma en la que estaban sentados, supe que en el mejor de los casos, el otro espécimen masculino pudiera pretender a una de las chicas que por lo visto no le dedicaba mucha atención, sin embargo por si las dudas, empecé con el escaneo de la chica que estaba enfrente de mi, del otro lado de la mesa. La chica que a todas luces parecía ser la que no tenía compromisos (al menos en esa mesa) y en la que habría de enfocar mis pueriles esfuerzos "donjuanezcos": Morena, tal vez entre 18 y 20 años, voluptuosa, un poco llenita, cara bonita. Empecé con un par de miradas casuales acompañadas por algunas sonrisas. Cuando noté mi incapacidad para acelerar el paso usé un infantil (estúpido) pero efectivo truco para llamar su atención. Cuando nos miramos fijamente, mi cara de galán se transformó en una mueca infantil y le enseñé la lengua. Ella titubeó desconcertada, abrió más los ojos y con cara de sorpresa abrió un poco la boca como si exclamara en voz baja... Se paró de su silla y se sentó en la silla vacía que estaba junto a mí.
El resto fue palabrería, intercambio de datos generales y algo de risas. Después interrumpí la plática pidiéndole un momento, ya que un integrante del grupo me ofreció su guitarra acostumbrado a que en ciertas canciones de Caifanes le pedía oportunidad para el palomazo. Aproveché la oportunidad para farolear un poco con la guitarra... Un poco más de la cuenta... Cuando terminó la canción y regresé a mi asiento, confiado en mi halo de rockstar le pedí que fuéramos a platicar a un lugar más tranquilo. (En este momento, si fuera yo espectador y mi anécdota una película, emitiría una sonora trompetilla aludiendo a lo chafa del argumento)
Estábamos en una de las mesas más apartadas platicando y después de un rato ya estábamos tomados de la mano. Estaba buscando la oportunidad de darle un beso para dar el siguiente paso y ¿Por qué no decirlo aunque me llene de vergüenza?... Para asegurar el aventón a mi casa. -Claudia, ya nos vamos... Dijeron sus compañeros, mientras yo veía cómo se desmoronaba mi posibilidad de ir gratis en auto a mi casa. -¿Ya tan rápido? -¡Cuál rápido! Ya van a dar las dos y el grupo termina de tocar su última tanda en diez minutos... -Bueno, ya me tengo que ir. ¿Tienes teléfono? -No. Dije con cierta pena. -Bueno, a ver si luego nos vemos. Y con un beso en la mejilla se despidió de mí al levantarse.
Resignado a la larga caminata que me esperaba para regresar a mi casa, regresé a la solitaria mesa para siete. Seguí viendo y escuchando al grupo cuando una de las chicas que acompañaban a Claudia regresó, se sentó conmigo y me dijo -Me dijo Claudia que te diera esto... Me había anotado su número tras un volante que anunciaba una promoción de tres por dos en cerveza oscura. -Y también me dijo que si querías acompañarnos para estar con ella... Pensé que mi suerte había regresado y que posiblemente obtendría mi regreso gratis a casa, pero los planes del destino eran un poco... Diferentes...
Continuará...
- el güey de junto -
1 comentario:
uuyy...
Kitty♥
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