Continúa de
aquí...
Entonces nos dejaron pasar bajo ese misterioso y casi lujurioso velo de luz roja que por primera vez no vi desde lo lejos. Ahora por primera vez me bañaba de esa luz que vaticinaba nuevas experiencias...
Entramos y me desilusioné un poco por no ver inmediatamente a alguna mujer desnuda y llevando una charola con bebidas como en las películas. Sólo vi parejas en una pista de baile de las cuales sólo unas pocas eran conformadas por una mujer ligeramente atractiva, porque el resto más bien me recordaba a una feria de pueblo donde la señora de las tortillas bailaba con el chofer o a la señora cuarentona que atendía el mostrador de la tienda (y que más bien rayaba en los cincuenta) bailaba con el compadre del vecino.
Atravesamos gran parte del lugar y nos sentamos en una mesa y de inmediato Alberto, el líder de la manada y quien pagaría la cuenta de nuestro consumo, pidió una botella de Whiskey acompañada con varias botellas de agua mineral. Tras recibir y abrir la botella me descubrió volteando hacia todos lados y me preguntó: -
¿Es la primera vez que vienes a un putero, verdad? –Sí. –Respondí con cierta reserva, pero sin mostrar pena. –
Está bien, para que vayas conociendo… -En ese momento todas las parejas en la pista de baile, sin excepción, pasaron a sentarse a su lugar.
Tras una pintoresca presentación narrada por el encargado de luz y sonido del lugar, salió la chica de la variedad, la cual por comentarios que escuchamos, supimos que era “La especial” de ahí… La “Mera mera” de la Camorra… Afortunadamente era bastante más atractiva que el resto de las mujeres que había visto en el lugar y en medio de un ritual de coquetería, comenzó su baile.
La chica, de estatura regular, cuerpo estético y cabello lacio pintado de rubio claro, tenía un pequeño y entallado vestido de color rosa que frotaba con sus manos levantándolo poco a poco de la parte de abajo y conforme la música continuaba iba haciendo ademanes que delataban que se lo quitaría. Yo para entonces cruzaba la pierna para disimular la tienda de campaña que se alzaba bajo mi pantalón…
Como parte de la variedad, la chica iba interactuando con los clientes, lo cual era facilitado por el hecho de que la pista de baile estaba a nivel del piso. Noté que el tiempo que dedicaba a “seducir” a los presentes era directamente proporcional al consumo que se reflejaba por la cantidad de botellas bebidas o bien, por la calidad de las mismas. También pude notar su habilidad para identificar al individuo clave de cada mesa, pues dedicaba toda su atención al que venía mejor vestido o que daba alguna señal de poder económico…
Seguían pasando las canciones y el vestido terminó de escurrir por sus muslos para dejar ver un diminuto traje de baño de color blanco en dos piezas. Yo estaba muy emocionado por estar viviendo mi primera experiencia en un lugar así y tal vez gran parte de esa emoción venía de la clandestinidad… Del contraste entre mi edad y la del resto de los clientes que visiblemente tenían mucha más primaveras vividas que yo.
Cuando la música dejó de tener aires bailables y empezó a tornarse más y más sensual, la pieza de arriba del traje de baño cayó al suelo entre alaridos y chiflidos… Yo estaba tan concentrado en el espectáculo que pasé por alto lo vulgares de los comentarios y piropos que le gritaban... Veía embelesado cómo la luz ahora violeta de la pista de baile le daba un toque etéreo e inmaculado a la piel de la dama que ahora ya se encontraba dedicando sus encantos a las mesas de las botellas más caras… Tres mesas después, la chica regresó a la pista y después de un par de movimientos coreográficos que la dejaron gentilmente recostada en el duro suelo de azulejo, terminó de desvestirse por completo.
Mi respiración se agitó cuando sentí que se dirigía a nuestra mesa y yo, a pesar de estar viendo fijamente su vello púbico, su pecho y el contraste del entorno oscuro con su piel lechosa, pude percibir cómo sus ojos escudriñaban la mesa. Era interesante ver cómo toda una artista de la seducción, tenía la capacidad de conservar esa mirada seductora y al mismo tiempo tener a su cerebro haciendo apresuradas cuentas para determinar qué tan redituable sería dedicarnos tiempo.
Caminó sigilosamente alrededor de la mesa rozando nuestras espaldas, cabello y orejas con sus uñas… Guillermo sólo la seguía con la mirada, mientras que el Alberto seguía tomando Whiskey con gesto de Don Juan mirando al infinito. Yo en cambio, estaba siguiéndola con la mirada, el pensamiento y con la cabeza al grado de casi torcerme el cuello a pesar de su indiferencia hacia mí.
Cuando la chica estaba a punto de empezar el toqueteo con Alberto que denotaba rápidamente ser el más adinerado, él la detuvo y le dijo mientras me señalaba: -
No, conmigo no. Quiero que vayas con mi sobrino. Hoy cumple dieciocho años y lo trajimos aquí para festejarlo… -Entonces súbitamente su indiferencia hacia mí se transformó en un ritual de cortejo: Empezó a caminar alrededor de mi silla acariciando mis hombros, mi cuello y mi cabeza hasta que se detuvo enfrente de mí, se sentó a horcajadas sobre mis piernas viéndome a la cara, tomó mis manos y con ellas empezó a frotar sus piernas, su cadera, su cintura y su pecho mientras me decía. “Hola sobrino, feliz cumpleaños… No seas tímido, no te voy a comer”…
Y entonces todo se nubló…
No precisamente porque me fuera a desmayar, sino porque perdí visibilidad cuando ella pegó su pecho contra mi cara mientras ponía mis manos en su cadera y luego en su trasero mientras me guiaba a acariciarla con movimientos circulares… Yo sólo escuchaba chiflidos, gritos, carcajadas y música, pero no entendía ninguno de aquellos sonidos que estaban mezclados como en una especie de plasta acústica... Incluso no entendía las señales que recibía mi cerebro por medio del tacto, pues no podía concentrarme en la textura que sentían mis manos, en la suavidad y temperatura que percibía mi rostro, en lo que captaba mi olfato…
No se cuánto tiempo pasé inmerso en esa suavidad, oscuridad y bullicio… Pudieron ser veinte segundos o tal vez tres minutos… Lo que sí sé es que cuando se levantó de mis piernas me dejó con la mente en blanco... Como si al despegarse de mí, el aire frío hubiera me hubiera dado una bofetada en el rostro causándome un shock. Cuando recuperé la conciencia, ella estaba saliendo de la pista de baile hacia los vestidores.
Empezamos a platicar los tres en la mesa. Hablamos sobre la vida de las bailarinas, de las sexo-servidoras y demás variantes… Hablamos también sobre a lo que nos dedicábamos cada uno de nosotros y festejamos la coincidencia que descubrimos al saber que Alberto tenía treinta y seis, Guillermo veintiséis y yo dieciséis. De pronto me enteré que Alberto ya había hecho arreglos para que la estrella de la variedad viniera a tomarse unos tragos en nuestra mesa.
En ese momento mientras gozaba de mi experiencia clandestina vi a alguien que me pareció conocido… ¿Acaso era él? ¿Era posible?... ¡Sí, era él!... Parecía que todo estaba por perder su toque de crimen perfecto… Me imaginaba saliendo a escondidas del lugar antes de que él me viera, pero era tarde. Me miró con gesto adusto y me hizo señas para que me acercara a él…
Continuará...
- el güey de junto -