Y así estoy. Con fosas nasales y garganta congestionadas cuan vil manifestación populista en el zócalo capitalino. Con una gran variedad de fauna viral que se mezclan con el sabor de la miel de abeja, el eucalipto y el propóleo de los dulces que tomo para calmar la tos.
¿Qué carajos se creen que son como para andarme quitando el sueño? ¿Quién les dio permiso para dejarme respirando a medias y escurriendo mocos? Mi bote de basura está rebosante de papel de baño humedecido de tanto sonarme. Mi nariz tan roja que Rodolfo el Reno me debe envidiar desde su cuartel en el Polo Norte…
¿Y todo para qué? ¡Para nada! No beneficia a nada ni a nadie. Mis glóbulos blancos tendrán nueva información genética que usarán para identificar a futuros huéspedes indeseables, pero fuera de ese beneficio intangible y ridículo no le veo el menor chiste a pasarla tan mal, a ser un foco infeccioso dentro de esta de por sí maltrecha sociedad, a pasar 6 de las 8 horas de la jornada laboral somnoliento y a andar llamando la atención de la gente al sorber mocos cuando el papel de baño se ha agotado.
¡Me revelo! Me resisto a seguir recibiendo el spam biológico que pudo venir dentro de un beso adjunto a un mensaje… a un abrazo cadena… a la reproducción multimedia del instinto de procreación humana… a la ingesta de comida rápida previamente tosida por el que envuelve las hamburguesas…
Deberíamos poder meternos dentro de un gran condón de látex y pasar ahí el resto de nuestros días con la garantía de nunca más enfermarnos o al merecemos firmar una tregua donde se establezca que sólo podemos enfermarnos en horas “no hábiles” ni en eventos importantes. La programación de los síntomas debería ser un derecho universal de todas las especies por simple reciprocidad a prestar nuestros cuerpos para la proliferación de esa vida que se manifiesta de forma tan molesta.
En fin… ya mañana será otro día… y habrá un rollo de papel de baño nuevo en mi mesa de trabajo.
- el güey de junto -
Deberíamos poder meternos dentro de un gran condón de látex y pasar ahí el resto de nuestros días con la garantía de nunca más enfermarnos o al merecemos firmar una tregua donde se establezca que sólo podemos enfermarnos en horas “no hábiles” ni en eventos importantes. La programación de los síntomas debería ser un derecho universal de todas las especies por simple reciprocidad a prestar nuestros cuerpos para la proliferación de esa vida que se manifiesta de forma tan molesta.
- el güey de junto -
No hay comentarios:
Publicar un comentario