jueves, 6 de diciembre de 2007

San Juan, intercede por nosotras...

Desde que tengo uso de razón mi madre fue una mujer muy devota a la religión católica. Siempre procuraba ir a misa y buscaba inculcarnos las bendiciones de ser una buena creyente, además de que nos enseñaba que sin importar la situación económica uno podía dar de lo poco que se tenía a la iglesia o a la encomienda de un santo en forma proporcional a lo que tuviéramos disponible. Eso equivalía a "Si alcanzó para comer, ya hay para donar a la iglesia".

Todos los domingos mi madre nos mandaba a mi hermana Martha y a mí a dar un dinerito a San Judas Tadeo, que dicho sea de paso, siempre ha sido el Santo de la devoción de mi madre. Lo que ella no sabía, es que la urna de San Judas Tadeo jamás recibió esa caridad. En lugar de ser buenas creyentes nos íbamos a comer sincronizadas a la colonia de junto.

Mientras preparaban la sincronizada, al ver que le ponían queso y jamón, le recordábamos a la que cocinaba que éramos hijas de Don Juan Mendoza, una persona muy querida de ahí... entonces la señora casi apenada metía de nuevo el puño en la tinaja del queso rayado metía la mano en el plato del jamón e invitaba un refresco, cortesía de la casa. Era como si la devoción de la gente de la colonia hacia mi papá fuera igual que la que mi madre le tenía a San Judas Tadeo y juro que si no hubiera sido blasfemia hubiera bromeado con que San Juan Mendoza hacía mejores milagros que San Judas. Al menos más tangibles.

No se qué hubiera sido de mi familia si en lugar de sincronizadas hubiéramos llevado religiosamente las monedas a la iglesia. Tal vez todo sería igual, o tal vez nuestra vida hubiera sido colmada de más bendiciones... lo que sí se es que le debemos a la fe de mi madre a San Judas el haber mitigado antojos los domingos y a San Juan le debemos el queso y la rebanada de jamón extras, aunque aquí el verdadero milagro es vivir hasta el día de hoy sin importantes cargos de conciencia.

* Diva enmascarada *

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