Por ahí de mis 10 a los 12 años estuve viviendo en Zapopan, Jalisco. En ese estado, organizan las "Fiestas de Octubre de Guadalajara" en donde hay vendimia, alcohol, espectáculos, juegos mecánicos, comida típica y procreación de seres humanos. Me tocó ir un par de veces a degustar de una bolsa de papas a la francesa y una bolsa con medio litro de agua de jamaica...
Mi tío Carlos vio en las "Fiestas de Octubre" una buena oportunidad de negocio, así que contrató un espacio y un módulo para vender bebidas "no embriagantes" y algo de comida rápida. La ubicación desgraciadamente no fue muy buena, sin embargo ahí estaba mi tío, mi primo Carlos y a ratos mis papás y más familia al pié del cañón. Atendiendo a la gente que pasaba por lo que resultó el acceso menos transitado de la feria.
Sobrevivimos al ataque de un hormiguero embravecido que resultó estar ubicado justo abajo del módulo. También al ataque de las abejas que pululaban en torno al bote de basura que estaba a 3 metros de nosotros. Los adultos de la familia atendiendo y los jóvenes paseando. Ya era rutina para mí ver cómo tiraban a la señora en traje de baño a la alberca desde un columpio al ser accionado un mecanismo que lo abría tras el impacto de una pelota de baseball sobre un punto de color rojo. El hábil tirador en turno recibía un premio y la señora chiflidos al salir empapada en su traje de baño de color blanco.
Un día en la feria, mis papás tuvieron que ir a otro lado. Mis primos mayores se fueron a pasear y sólo estábamos mi tío y yo. Él necesitaba ir por más cajas de refrescos y me pidió que cuidara el puesto. A mis 11 años me pareció un mundo de responsabilidad, sin embargo me limité a preguntarle los precios de todo para no malbaratar la mercancía o para no perder clientes ante una negativa por precio excesivo.
-Mira, los refrescos los das a $7.50, las aguas a $7.00 y los sandwiches a $12.00... También cuando.... -Espera... ¿Los sandwiches a $12.00? ¿No costaban $15.00? -Sí, pero no se han vendido en los 5 días que tenemos aquí y no quiero que se echen a perder. -Mi cara de duda se convirtió en una cara de suspicacia: -Entonces los sandwiches ya están echados a perder, ¿no? -No, nada más tantito. Pero no creo que les haya cambiado el sabor... Bueno, te dejo porque me urge surtir refresco. No te vayas a salir.
-Los primeros minutos pasaron sin novedad. Vendí dos refrescos y un agua, la cual serví ensuciando el vaso que quedó escurriendo, pero el cliente fue comprensivo a cambio de una servilleta extra. Cinco minutos después: -A cuánto el "chanduis" -¿El qué? -El chanduis. ¿Es chanduis de jamón y queso? -Ah, eh... sí, el sandwich es de jamón, trae queso amarillo, mayonesa, mostaza, tomate y chile. -Terminé la lista de ingredientes con una gran sonrisa. -Ah, ta bueno. ¿A cuánto el chanduis? -A $12.00. -Ah, dame uno entonces.
-Abrí el refrigerador donde estaban los sandwiches que era de aquellos refrigeradores como de nevería, sólo que la puerta no era corrediza. Se abría con una bisagra jalándola hacia arriba. Cuando iba a tomar el sanwich, recordé cada palabra que dijo mi tío sobre los sandwiches y su presunto estado de descomposición: "No, nada más tantito. Pero no creo que les haya cambiado el sabor..." Entonces repentinamente sufrí un ataque de risa nerviosa. Para que el cliente no sospechara nada al verme reír, metí la cabeza completa al refrigerador, cerré un poco la puerta y me reí a carcajadas dentro del refrigerador... Lo se, una tontería, pero fue lo primero que me vino a la mente. Me terminé de reír cuando el frío me heló las mejillas. Entonces conteniendo un siguiente e inminente ataque de risa le di rápidamente el aperitivo y su cambio al cliente, el cual lo guardó en su bolsa y después se quedó ahí parado viendo el sandwich. Yo tenía todavía muchas ganas de reírme.
¡¿Por qué demonios no se iba?! Empezó a abrir el sandwich frente a mí y le dio una gran mordida. Yo estaba paralizado viendo fijamente cada una de sus reacciones. Mi cliente empezó a masticar vorazmente y de pronto dejó de hacerlo. No tragó el bocado. Sólo se quedó congelado unos instantes viendo hacia el infinito. De pronto cambió su expresión. Me volteó a ver fijamente y dijo: -Ah, ta bien picoso el chanduis ¿eh? Se me hace que también me llevo un refresco...
-Le despaché el refresco, mi rostro recuperó su color y el cliente se fue feliz. Conté lo ocurrido a mi tío quien aparentemente no le dio importancia, aunque a la fecha no puedo dejar de pensar que tal vez la tifoidea que me dio hace mes y medio pudo ser Karmático. "Justicia divina", dirían los católicos. "Para que se te quite lo ojete", dirían mis amigos.
- el güey de junto -
Mi tío Carlos vio en las "Fiestas de Octubre" una buena oportunidad de negocio, así que contrató un espacio y un módulo para vender bebidas "no embriagantes" y algo de comida rápida. La ubicación desgraciadamente no fue muy buena, sin embargo ahí estaba mi tío, mi primo Carlos y a ratos mis papás y más familia al pié del cañón. Atendiendo a la gente que pasaba por lo que resultó el acceso menos transitado de la feria.
Sobrevivimos al ataque de un hormiguero embravecido que resultó estar ubicado justo abajo del módulo. También al ataque de las abejas que pululaban en torno al bote de basura que estaba a 3 metros de nosotros. Los adultos de la familia atendiendo y los jóvenes paseando. Ya era rutina para mí ver cómo tiraban a la señora en traje de baño a la alberca desde un columpio al ser accionado un mecanismo que lo abría tras el impacto de una pelota de baseball sobre un punto de color rojo. El hábil tirador en turno recibía un premio y la señora chiflidos al salir empapada en su traje de baño de color blanco.
Un día en la feria, mis papás tuvieron que ir a otro lado. Mis primos mayores se fueron a pasear y sólo estábamos mi tío y yo. Él necesitaba ir por más cajas de refrescos y me pidió que cuidara el puesto. A mis 11 años me pareció un mundo de responsabilidad, sin embargo me limité a preguntarle los precios de todo para no malbaratar la mercancía o para no perder clientes ante una negativa por precio excesivo.
-Mira, los refrescos los das a $7.50, las aguas a $7.00 y los sandwiches a $12.00... También cuando.... -Espera... ¿Los sandwiches a $12.00? ¿No costaban $15.00? -Sí, pero no se han vendido en los 5 días que tenemos aquí y no quiero que se echen a perder. -Mi cara de duda se convirtió en una cara de suspicacia: -Entonces los sandwiches ya están echados a perder, ¿no? -No, nada más tantito. Pero no creo que les haya cambiado el sabor... Bueno, te dejo porque me urge surtir refresco. No te vayas a salir.
-Los primeros minutos pasaron sin novedad. Vendí dos refrescos y un agua, la cual serví ensuciando el vaso que quedó escurriendo, pero el cliente fue comprensivo a cambio de una servilleta extra. Cinco minutos después: -A cuánto el "chanduis" -¿El qué? -El chanduis. ¿Es chanduis de jamón y queso? -Ah, eh... sí, el sandwich es de jamón, trae queso amarillo, mayonesa, mostaza, tomate y chile. -Terminé la lista de ingredientes con una gran sonrisa. -Ah, ta bueno. ¿A cuánto el chanduis? -A $12.00. -Ah, dame uno entonces.
-Abrí el refrigerador donde estaban los sandwiches que era de aquellos refrigeradores como de nevería, sólo que la puerta no era corrediza. Se abría con una bisagra jalándola hacia arriba. Cuando iba a tomar el sanwich, recordé cada palabra que dijo mi tío sobre los sandwiches y su presunto estado de descomposición: "No, nada más tantito. Pero no creo que les haya cambiado el sabor..." Entonces repentinamente sufrí un ataque de risa nerviosa. Para que el cliente no sospechara nada al verme reír, metí la cabeza completa al refrigerador, cerré un poco la puerta y me reí a carcajadas dentro del refrigerador... Lo se, una tontería, pero fue lo primero que me vino a la mente. Me terminé de reír cuando el frío me heló las mejillas. Entonces conteniendo un siguiente e inminente ataque de risa le di rápidamente el aperitivo y su cambio al cliente, el cual lo guardó en su bolsa y después se quedó ahí parado viendo el sandwich. Yo tenía todavía muchas ganas de reírme.
¡¿Por qué demonios no se iba?! Empezó a abrir el sandwich frente a mí y le dio una gran mordida. Yo estaba paralizado viendo fijamente cada una de sus reacciones. Mi cliente empezó a masticar vorazmente y de pronto dejó de hacerlo. No tragó el bocado. Sólo se quedó congelado unos instantes viendo hacia el infinito. De pronto cambió su expresión. Me volteó a ver fijamente y dijo: -Ah, ta bien picoso el chanduis ¿eh? Se me hace que también me llevo un refresco...
-Le despaché el refresco, mi rostro recuperó su color y el cliente se fue feliz. Conté lo ocurrido a mi tío quien aparentemente no le dio importancia, aunque a la fecha no puedo dejar de pensar que tal vez la tifoidea que me dio hace mes y medio pudo ser Karmático. "Justicia divina", dirían los católicos. "Para que se te quite lo ojete", dirían mis amigos.
- el güey de junto -
1 comentario:
...ya vez y tú que pensabas que fueron las quesadillas del mercado. Por lo regular cuando nos pasa una desgracia recordamos lo malo que hemos hecho, bueno a mi así me pasa...
Kitty☻
Publicar un comentario