martes, 4 de marzo de 2008

Una vez en la ciudad de los Angeles coclusion



A mitad de la cuadra entre la calle 8 y la 7 el semáforo del paso peatonal cintilaba en rojo de manera intermitente, indicando ke debíamos esperar al cruce de los mismos. Ahí mismo fue cuando tome la decisión de desacelerar hasta casi para por completo, cerré las ventanas del auto, le subí el volumen a la música y comencé a avanzar muy lentamente, como a 15km/hr kiza menos. En ese mismo momento una sensación inexplicable me recorrió todo el cuerpo, era como electricidad estática ke me picaba el cuerpo por aki y por allá, era como si la sangre se moviera a velocidad luz en mi interior y rebotara en cada eskina de mi cerebro, unos metros adelante los 2 carriles se convertían en uno solo gracias a una “obra publica” realizada por la ciudad, yo venia a la cabeza de la columna de autos, los demás, los ke venían delante de mi se alejaron rápidamente por el hecho de ke yo disminuía mi velocidad y en menos de 3 segundos “Los Ángeles” street se abría majestuosa y serena frente a mi y llena de colorido, sin trafico, sin el bullicio del día, sin policías…sin presión… La música definitivamente enajenaba mis sentidos, mientras mi automóvil mágicamente muto, convirtiéndose en una inmensa bola de fuego y hielo ke se deslizaba sobre el asfalto como una gota de rocío se resbala sobre el pétalo de una flor. Mi ropa se había convertido en un extraño atuendo, era como una armadura hecha con hojas de plantas y árboles en tonos verdes y sepia y pasto en los brazos ordenado como si fueran escamas, los instrumentos habían sido invadidos por un ejercito inmenso de diminutas hormigas de color amarillo neon con puntitos negros y estas en su hormiguesca labor, intentaban arrancar los números del velocímetro, como si estos estuvieran hechos de azúcar o no se ke. Todas trabajaban en equipo de manera ordenada y sincronizada, hasta parecía ke todas eran clon de la primera, idénticos movimientos y dimensiones, me percate ke el 40 ya iba sobre las espaldas de un pekeño hilito amarillo hecho por las hormigas ke se escurría hacia un hoyo ke habían cavado a un costado del indicador del flotador de la gasolina, cuando la aguja del tacómetro cayo sobre mis piernas.

Afuera, la gente miraba atónita el paso de mi carruaje de hielo y fuego, unos simplemente se detuvieron a mirar mi paso, otros dejaron caer al suelo sus paketes mientras se llevaban las manos a la cabeza en franca expresión de sorpresa…o admiración? No lo se, pero un hombre alto, moreno y barbado ke vestía túnica y turbante me aplaudía emocionado, mas adelante una mujer negra vestida de naranja y ataviada de oro y diamantes, una reina africana! Me hacia una caravana y vociferaba evidentemente emocionada por el espectáculo ke mi auto daba al encabezar la larga columna en ke se había convertido mi osadía. Y así sucesivamente a mi paso encontraba de todo, caballeros águila y tigre, príncipes mayas, chapines, ticos, cubanos, samuráis japoneses, guerreros chinos y coreanos, jekes árabes, magos persas, reyes y cazadores africanos, pescadores islandeses y un interminable desfile de rostros pasmados, absortos otros muchos mas emocionados al ver tan extraña mezcla de…valentía y… ?.

Mi desfile duro desafortunadamente muy poco 7 cabalísticos minutos y 33 cristianos segundos para ser exactos, y en el momento en ke llegue a la eskina de la calle 4 y “los Ángeles” fum! Todo volvió a la normalidad, todo se esfumo, el trafico volvió a la normalidad y la gente a sus ocupaciones, el fuego derritió el hielo y el hielo al derretirse apago el fuego. Mi armadura verde, las hojas y el pasto, las hormigas y todo lo demás desaparecieron, hasta la música se detuvo. Las personas se veían como siempre, tan casuales y tan desinteresadas como siempre. Llegue a mi destino, sin novedad, ningún golpe ni raspón en el carro, ni sikiera un claxonazo! Otra vez a la rutina del dia a dia...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Casi pude palpar el mosaico transcultural que describes. Debe ser mágico estar en medio de tanta diversidad y vivir en una marea viva que se mueve perfectamente sincronizada con el andar de las personas.