lunes, 10 de marzo de 2008

Compañeras de causa...

Desde hace 5 años trabajo en una empresa que fabrica y vende cocinas integrales y aunque no tengo relación con el proceso de ventas ni llego a tener contacto con clientes, muchas veces es inevitable que al ir a otra oficina o cuando voy por un lápiz o una pluma al armario, tenga contacto indirecto con los clientes.

La semana pasada mi compañera Tere atendía a unos clientes que viven en un poblado cerca de aquí. Los clientes me llamaron mucho la atención por el contraste entre sus apariencias. La mujer se veía sofisticada: Corte de cabello de salón teñido de negro, delgada, apariencia elegante, maquillaje ligero... Él por su lado, todo un macho mexicano: Alto, con kilos de más, bigote tupido, desaliñado, los dos botones de arriba de la camisa desabrochados y con un acento de hombre norteño inconfundible.

Ese día estaba yo revisando archivos en una computadora que está junto a la que usa habitualmente mi compañera Tere, así que podía escuchar con lujo de detalle la negociación que entablaba con dichos clientes. Ahora estaban acordando las especificaciones de los electrodomésticos: De qué marca, de qué tamaño, de qué precio, etc. Ahí fue donde empezaron las indecisiones de la esposa del cliente.

-Oye, pero el refri tiene colores más oscuros que la estufa, ¿No hay un refri del mismo color? -Preguntó la señora. -Es que de hecho ese Refrigerador es el que debe ir con esa estufa. Son de la misma línea y el cambio de color es algo que manejó el fabricante en su línea. Mire cómo aparece igual en las fotos del catálogo. Pero si no le gusta, puedo mostrarle otra línea... -Ay, es que no se... -El Esposo intervino: -Ándale, ya decídete! -¡Pero es que no se cuál! -Pues la que tu quieras ¡Pero ya! Ya quiero dejar decidido esto. -¿No los tienes aquí en la tienda para verlos? -No señora, esa línea no la tengo ahorita en exhibición...

-Tere con un gesto de condolencia miraba a la señora que seguía viendo el catálogo con ejemplar indecisión. Repetía constantemente que no se podía decidir y eso hacía que su esposo se mostrara cada vez más impaciente: -¡No vamos a estar aquí todo el día! ¿Eh? -Ay ya se, pero es que con la pura foto no me puedo decidir... Es como cuando compras zapatos, que en el catálogo te gustan pero cuando te los pones te calan... -¡Pero esto no te puede calar! ¡Ni que los fueras a cargar en el espinazo! ¡Así como se ve, es! ¡¿Cómo me dices que te va a calar una estufa o un refri?! -¡Es que no me entiendes!

-A estas alturas la señora se sentía incómoda, incomprendida, presionada... Sólo se percibía un tenso silencio. Mi compañera pudo haber presionado su cliente para que ignorara a su esposa y decidiera qué comprar y así cerrar la venta y asegurar su comisión, pero supongo que su condición de mujer feminista le sugirió darles la dirección del distribuidor para que vieran el equipo personalmente. Tal vez por querer ayudar a la mujer en desgracia... Tal vez por que el esposo tenía pinta de que efectivamente podría hacerle llevar los electrodomésticos cargados "en el espinazo"... Tal vez porque odia los silencios incómodos en las negociaciones... Tal vez porque el señor con sus comentarios sarcásticos se ganaron el repudio interior muy bien disimulado de mi compañera... Sea cual sea la razón, Decidió ayudarle a la mujer a echarle montón al marido el cual salió bufando.

Tere sabía que tras su atinado comentario, el señor conduciría cerca de 55 minutos hasta los límites de la ciudad para llegar a las bodegas. Sabía también que la esposa de su cliente tardaría horas en ver los equipos en existencia y que seguramente pediría que sacaran de la caja los que no estén visibles para verlos desde todos los ángulos posibles. Yo miraba a mi compañera que tenía la mirada perdida por agudizar el sentido del oído esperando el sonido de la puerta de salida. Después que la escuchamos cerrar, una ligera sonrisa maliciosa delató sus intenciones que casi de inmediato sentenció: -Y si le vuelve a salir lo machito, le voy a decir a su esposa que hay varios distribuidores más, para que los visite, escoja vea si le gustan, para que se le quite al mono ese...

-Qué miedo... Que Dios nos libre cuando ellas se juntan para defenderse...

- el güey de junto -

2 comentarios:

MIG dijo...

Clasico en los hombres.... la mayoria de las mujeres comprendemos a esta pobre señora, pk somos muy kiskillosas al comprar nuestras cosas, sobre todo las de la casa, afortunadamente mi esposo es igual o mas kiskilloso ke yo, asi ke no me trae a la carrera, de echo es mas probable ke yo lo apresure a el jajajaj

Bravo Tere!!! (y)

Anónimo dijo...

Primeramente... extraño el vagón! ahora pura pesera jajaja, tengo mucha chamba.
Pues quien como ella, mi esposo no tiene bigote es delgado y de perfecta musculatura (para mi claro) pero es más ogro que ese otro bigotón por eso prefiero ir a comprar sola!!! si voy con él termino comprando cualquier cosa todo por su maldita impaciencia.
Kitty