El fenómeno que quiero cuestionar ante ustedes y en mis propios términos, es una etapa que nos llega a prácticamente todas las personas. Al menos en forma marcada en esta cultura occidental. A algunos antes y a otros después... A veces gradualmente, como si no llevaran prisa y a otros súbitamente como si hubiese sido desencadenada por un detonador marca ACME. A final de cuentas llega el momento en que todo deja de ser maravilloso, en el que nuestros padres dejan de ser nuestros héroes, en el que perdemos temporal o permanentemente el orgullo por nuestras raíces y en el que estamos inconformes por todo, de todo y para todo. En resumidas cuentas: Todo nos empieza a saber a caca.
Filosofando sobre el tema, podríamos sacar conjeturas sobre los motivos que les llevan a los nuevos adolescentes a pasar por esa dolorosa pero inminente transformación. Podríamos aludir a que la especie humana está plagada de conductas nefastas de las cuales no se percataban cuando eran niños o tal vez hacer una rápida recapitulación sobre acontecimientos históricos poniendo énfasis en que por mucho maquillaje que tengan los hechos, es innegable que han sido originados por la mezquindad de las personas; por su odio, avaricia y sed de poder. Sería fácil partir de aquí y justificar que un ex-infante inocente que sólo se preocupa por jugar, comer y dormir sufra un shock fulminante al descubrir que el suelo que pisa ha sido ensangrentado varias veces por guerras, asesinatos, ultrajes y vejaciones; que la hamburguesa que almorzó hace unas horas proviene de un animal que sufrió un calvario durante toda su vida y que jamás vio la luz del sol; que sus anhelos de posesión material son una pequeña muestra de lo que los tiranos de la historia tuvieron como visión al momento de decir "Caballeros, entraremos en guerra para expandir el imperio".
Pero ¿En verdad los "adolescentes adolecen la adolescencia" por cuestionar al género humano? ¿En verdad arraigan esos sentimientos de aberración debido a que todo lo que ven mana injusticia? ¿No les daría igual o no tendrían ese mismo semblante de apatía hacia todo si la historia no tuviera sangre en sus renglones y si la carne que comen proviniera de los árboles?
Los psicólogos tal vez dirían que cuando los niños reconocen los límites de la autoridad de sus padres, tratan de llegar más allá de esos límites. Que conforme tejen sus enmarañadas redes de comunicación y conocimiento sobre otras personas descubren que sus padres son seres humanos comunes y corrientes con tantos errores como cualquier otro ser humano y que ese sentimiento de "pensé que eras perfecto" los lleva a revelarse contra todo lo que huela a familia. ¿De qué otro modo se explica que un día su hijo les pide que no se estacionen cerca de la secundaria? O mejor aún: ¿Qué hizo que cada uno de nosotros al estar reunidos con "la pandilla" le sacáramos la vuelta a una calle donde vimos porque estaba afuera alguno de nuestros padres? ¿Por qué renegamos de nuestra madre que vende tostadas afuera de la casa, que tiene un puesto de chucherías en un mercado o que trabaja como secretaria en una oficinucha del gobierno? ¿Acaso nos volvemos ingratos cuando los juguetes nos empiezan a aburrir?
Lo que me da un insípido ápice de esperanza es que esta pérdida de capacidades y esta adquisición de prejuicios no son de efectos permanentes en la generalidad absoluta de la gente. Existen algunos pocos que logran arrancar después de años muchos de sus prejuicios que ya habían echado raíces en el cerebro y otras vísceras palpitantes; algunos pocos que pudieron recuperar su capacidad de asombro y que creen todavía en nuestro género humano...
¿Soñadores? ¿Estúpidos? ¿Genios? ¿Ciegos? ¿Videntes? ¿Idealistas? ¿Infantiloides?... ¿Vale la pena intentarlo? ¿Somos los adultos, adolescentes con misma visión y expectativa, pero sin el ímpetu justiciero y sin ganas de cambiar al mundo? ¿Nos acostumbramos a la peste o nunca hubo tal? ¿Es coherente ignorar nuestros antecedentes humanos y buscarle un sabor diferente a lo que por años nos supo a caca?
>> Grinch <<
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