lunes, 22 de octubre de 2007

Finura de dama...

Iba yo conduciendo por el centro de la ciudad, acompañado de mi esposa. Íbamos a caminar y despejarnos un rato entre lo que los regiomontanos llaman “El barrio antiguo”. Calles estrechas, empedrado agresivo, autos que van presionándote con las luces altas y resoplando con el radiador la facia trasera del mío (por la distancia tan pequeña entre uno y otro). Después de varios minutos buscando infructuosamente un lugar para estacionarnos, por fin, entre la espejeada y todo lo demás, vi un espacio vacío y me orillé. Estaba entrando en reversa cuando escuché que tiré algo que sonó como un bote de plástico... Ahí conocí a la fina dama en cuestión.

Alta, de buena rodada... Tal vez cincuentona... Sin exagerar, puedo decirles que era la imagen típica de señora fodonga con chanclas y tubos. Les diría que traía mascarilla de aguacate, pero eso sí sería exageración... Esa dama se acercaba a mi cuando mi esposa se bajó del auto y me dijo que era una cubeta lo que había tirado y se volvió a subir al auto. Yo muy apenado le pedí a la señora que me disculpara por tirar su bote, que no lo había visto y que me iba a estacionar en otro lado porque entendía que el lugar probablemente se reservaba para el dueño de la casa frente a la cual nos estábamos estacionando. (Que no tenía cochera, como el resto de las casas de ahí)

La señora sólo me dijo -¿Qué no ve que está el bote? -No, de hecho por eso lo tiré. No me di cuenta... -¡Por eso los ponen! Para que no se estacione ahí la gente. ¡Ahora levántelo! -Lo dijo de un tono en el que parecía más una orden y un regaño que un intento civilizado por atenuar un malentendido... Vi que mientras discutíamos, un auto de la acera de enfrente salía. Pensé que era buena oportunidad para estacionarme, levantar el bote que había tirado y dejar de entorpecer el paso de los autos que cada vez tocaban más desesperadamente el claxon, así que saqué el carro y me estaba enfilando a estacionarme en ese nuevo lugar cuando la señora se paró en el lugar para no dejarme estacionar. Primero pensé que a lo mejor era por la confusión y ella no sabía que pensaba estacionarme ahí, así que para continuar con mi tono amistoso (ya con tintes sarcásticos) le pregunté si ahí enfrente sí me podía estacionar mientras los autos de atrás además del claxon me echaron las altas... -Pues yo digo que sí. -¿Entonces me permite? Voy de reversa... -¡No, hasta que me levantes ese bote!...

Me alinee de nuevo con la circulación, la miré, le dije adiós con la mano y me puse en marcha hacia adelante. Yo sólo escuchaba cómo la señora corría chancleando con dificultad sobre el empedrado mientras sus injurias y gritos se mezclaban con los sonidos de motor y claxon de los autos que iban tras de mí: -¡Levanta el pinche bote! Levan... -Rrrrrr... -…ote!... -Tuuuttuuuuuut... Rrrrrrrrrrrrrrrrr... -Sintonicé el radio y fui a otra calle libre de botes y de damas tan finas como aquella.

- el güey de junto -

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