Continuación de aquí...
...pensé que si nos llevaba a un lugar solitario, tal vez querría secuestrarnos o algo peor, así que cuando íbamos pasando frente a un edificio tuve una excelente idea. Si el señor era un secuestrador, tal vez se arrepentiría de hacernos algo si se enteraba de que estábamos en territorio donde nos estaban viendo, así que de pronto dejé de caminar, miré hacia arriba y como si mi mamá estuviera asomada por alguna de esas cincuenta ventanas grité al aire: -¡Ahorita venimos! ¡No nos tardamos!... -¡Caray! ¡Qué niño tan brillante soy! pensé.
Tan brillante que mientras caminábamos por esa cuadra, ya había metido en la bolsa plástica mis ahorros de todas las vacaciones. Ciento veinte pesos míos y setenta de mi primo. -También los relojes, porque como van a traer cargando esas cajas no quiero que me vayan a rayar los negativos. -Y a la misma bolsa fueron a parar nuestros relojes que iluminaban la carátula con luz azul, nuestras llaves, nuestra única tarjeta de teléfonos casi nueva, monedas... Al día de hoy no recuerdo si las llaves nos las pidió o si nosotros se las ofrecimos. -¿Contaron bien su dinero? -Sí –Respondimos Jorge y yo al unísono. -Bueno, ahora háganle varios nudos a la bolsa. ¡Que queden bien apretados! De todos modos vamos a contar el dinero cuando se los entregue para que no digan que me quedé con nada.
-Yo sentía que algo no andaba bien. Muchas cosas no encajaban. Cuando nos abordó nos dijo que se trataba de llevar unas cajas de revistas... Ahora resultaba que se trataba de llevar cajas con negativos. Sin embargo, aferrado todavía más a la codicia que al sentido común, apreté los nudos como nunca había apretado uno. Me sudaron las manos de la cantidad de nudos que hice al grado en que la bolsa terminaba prácticamente en una trenza cubista que aprisionaría efectivamente el contenido de nuestra riqueza. Finalmente después de caminar varios minutos más, el señor nos dijo: -¿Ven ese local que dice "Tornillos"? Pues ahí me tienen que ir llevando las cajas que les van a dar. ¡Ahora córranle! ¡Acuérdense que les voy a pagar por caja y mientras más traigan, más dinero van a ganar! -En ese momento mi primo y yo, salimos disparados como resortes.
Llevábamos 2 cuadras cuando me detuve y le dije a mi primo: -¿No crees que se vaya a robar nuestras cosas? -¡No creo! ¡Vamos por las cajas!... -Corrimos como locos hasta llegar a la entrada del Metro Chapultepec. Como por arte de magia, al pisar el primer escalón que nos conduciría hacia el laboratorio fotográfico, sentí cómo empezaba a aumentar el ánimo a cada paso que daba. Era un estado de locura donde me sentía aferrado a la diminuta posibilidad de que todo sería cierto. Ansiaba que mi primo me hiciera ver lo incrédulo que era. Quería encontrarme con cajas tan delicadas que en verdad hubiera justificado dejar el reloj dentro de la bolsa...
Llegamos al mostrador. Con una sonrisa auténtica saludamos a la empleada y con voz triunfal dijimos: -Venimos por las cajas. -¿Qué cajas? –Preguntó ella. -¡Las que le vamos a llevar al señor! ¿No se acuerda que nos vio hace un rato? -Sí, pero el señor me dijo que eran sus sobrinos y que me iba a mandar con Ustedes un rollo a revelar...
-Lo había dicho todo. No necesitaba oír más explicaciones. Yo escuchaba que mi primo más asombrado que enojado decía algo sobre regresar a donde habíamos dejado al señor con nuestro dinero y nuestra dignidad, pero estaba absorto y no pude poner atención a lo que me decía. No me cabía en la cabeza que hubiera gente tan ruin como para hacer lo que nos hicieron... Tampoco me cabía en la cabeza que hubiera gente tan inocente y tan... Estúpida como para caer ante un engaño tan mal planeado... Regresamos serios a la casa.
Después mientras contábamos lo que había pasado, reíamos a carcajadas contagiados por las risas de la familia, pero se nos salían las lágrimas, tal vez por impotencia, coraje o tal vez por el mismo exceso de risa. Era un estado de euforia, hilaridad y coraje. -¿Y la credencial que nos dio? ¿No podemos ir a la dirección que dice la credencial? -Mi mamá me miró con ternura y me dijo que difícilmente ese sería tan siquiera el verdadero nombre del señor.
Y así perdí mi dinero, mis llaves, mi reloj con luz azul y parte de mi inocencia.
- el güey de junto –
...pensé que si nos llevaba a un lugar solitario, tal vez querría secuestrarnos o algo peor, así que cuando íbamos pasando frente a un edificio tuve una excelente idea. Si el señor era un secuestrador, tal vez se arrepentiría de hacernos algo si se enteraba de que estábamos en territorio donde nos estaban viendo, así que de pronto dejé de caminar, miré hacia arriba y como si mi mamá estuviera asomada por alguna de esas cincuenta ventanas grité al aire: -¡Ahorita venimos! ¡No nos tardamos!... -¡Caray! ¡Qué niño tan brillante soy! pensé.
Tan brillante que mientras caminábamos por esa cuadra, ya había metido en la bolsa plástica mis ahorros de todas las vacaciones. Ciento veinte pesos míos y setenta de mi primo. -También los relojes, porque como van a traer cargando esas cajas no quiero que me vayan a rayar los negativos. -Y a la misma bolsa fueron a parar nuestros relojes que iluminaban la carátula con luz azul, nuestras llaves, nuestra única tarjeta de teléfonos casi nueva, monedas... Al día de hoy no recuerdo si las llaves nos las pidió o si nosotros se las ofrecimos. -¿Contaron bien su dinero? -Sí –Respondimos Jorge y yo al unísono. -Bueno, ahora háganle varios nudos a la bolsa. ¡Que queden bien apretados! De todos modos vamos a contar el dinero cuando se los entregue para que no digan que me quedé con nada.
-Yo sentía que algo no andaba bien. Muchas cosas no encajaban. Cuando nos abordó nos dijo que se trataba de llevar unas cajas de revistas... Ahora resultaba que se trataba de llevar cajas con negativos. Sin embargo, aferrado todavía más a la codicia que al sentido común, apreté los nudos como nunca había apretado uno. Me sudaron las manos de la cantidad de nudos que hice al grado en que la bolsa terminaba prácticamente en una trenza cubista que aprisionaría efectivamente el contenido de nuestra riqueza. Finalmente después de caminar varios minutos más, el señor nos dijo: -¿Ven ese local que dice "Tornillos"? Pues ahí me tienen que ir llevando las cajas que les van a dar. ¡Ahora córranle! ¡Acuérdense que les voy a pagar por caja y mientras más traigan, más dinero van a ganar! -En ese momento mi primo y yo, salimos disparados como resortes.
Llevábamos 2 cuadras cuando me detuve y le dije a mi primo: -¿No crees que se vaya a robar nuestras cosas? -¡No creo! ¡Vamos por las cajas!... -Corrimos como locos hasta llegar a la entrada del Metro Chapultepec. Como por arte de magia, al pisar el primer escalón que nos conduciría hacia el laboratorio fotográfico, sentí cómo empezaba a aumentar el ánimo a cada paso que daba. Era un estado de locura donde me sentía aferrado a la diminuta posibilidad de que todo sería cierto. Ansiaba que mi primo me hiciera ver lo incrédulo que era. Quería encontrarme con cajas tan delicadas que en verdad hubiera justificado dejar el reloj dentro de la bolsa...
Llegamos al mostrador. Con una sonrisa auténtica saludamos a la empleada y con voz triunfal dijimos: -Venimos por las cajas. -¿Qué cajas? –Preguntó ella. -¡Las que le vamos a llevar al señor! ¿No se acuerda que nos vio hace un rato? -Sí, pero el señor me dijo que eran sus sobrinos y que me iba a mandar con Ustedes un rollo a revelar...
-Lo había dicho todo. No necesitaba oír más explicaciones. Yo escuchaba que mi primo más asombrado que enojado decía algo sobre regresar a donde habíamos dejado al señor con nuestro dinero y nuestra dignidad, pero estaba absorto y no pude poner atención a lo que me decía. No me cabía en la cabeza que hubiera gente tan ruin como para hacer lo que nos hicieron... Tampoco me cabía en la cabeza que hubiera gente tan inocente y tan... Estúpida como para caer ante un engaño tan mal planeado... Regresamos serios a la casa.
Después mientras contábamos lo que había pasado, reíamos a carcajadas contagiados por las risas de la familia, pero se nos salían las lágrimas, tal vez por impotencia, coraje o tal vez por el mismo exceso de risa. Era un estado de euforia, hilaridad y coraje. -¿Y la credencial que nos dio? ¿No podemos ir a la dirección que dice la credencial? -Mi mamá me miró con ternura y me dijo que difícilmente ese sería tan siquiera el verdadero nombre del señor.
Y así perdí mi dinero, mis llaves, mi reloj con luz azul y parte de mi inocencia.
- el güey de junto –
1 comentario:
Que triste historia, casi lloro!!
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