Tendría yo unos doce años... Estaba de vacaciones en casa de mi abuelita, en la ciudad de México durante ese verano. Mi primo Jorge (que tendría en ese entonces unos diez años) y yo, aburridos del bosque de Chapultepec, del castillo y del área de convivencia infantil que ya nos sabíamos de memoria, (porque mi abuelita vivía a dos cuadras de Chapultepec) empezamos a explorar el Metro como una alternativa de diversión, más que como medio de transporte.
Una tarde de muchas en las que el hambre nos hacía regresar a la casa, al salir del Metro Chapultepec, un señor de baja estatura, complexión mediana, de unos cincuenta años (delatados por canas y arrugas) nos preguntó por la Iglesia de no se dónde. Yo, escaso de malicia le dije "No se, no somos de aquí"... El miró a ambos lados, nos vio a mi primo ya mí y nos preguntó "¿Quieren ganar dinero?". A nuestra edad, era una pregunta estúpida. ¡Claro que queríamos ganar dinero! Pocos niños tenían al alcance una oportunidad de saciar su infantil codicia... Escuchamos la palabra dinero y nos imaginábamos comprando cámaras espía, tacos al pastor, bombas de humo importadas, videojuegos... No se, tal vez trabajando duro unos 10 días, ¡Hasta una nave espacial!
Nos dijo que el trabajo consistía en llevar unas cajas de revistas de un lado a otro. Que por cada viaje nos iba a pagar ochenta pesos (que alcanzaba como para unas diez órdenes de tacos) y a nosotros nos pareció estar en el cielo. Nuestras miradas infantiles se distorsionaron hasta tomar proporciones pecaminosas... Algo así como una especie de lujuria o morbo infantil. Como cuando te escurres entre los adultos para ver las portadas de las películas piratas triple equis que venden sobre Insurgentes.
-Síganme -Dijo mientras caminaba hacia las entrañas subterráneas de la ciudad... Estábamos entrando nuevamente al Metro Chapultepec. El señor se veía titubeante, volteaba hacia muchas partes como si buscara algo o a alguien. Finalmente nos dijo que esperáramos ahí mientras se alejó unos veinte metros entre la marabunta de gente que trataba de ir o venir. Mi primo y yo vimos que el señor se detuvo en un pequeño laboratorio fotográfico y después de hablar unos segundos con la empleada, nos llamó: -Estos dos niños son. -Ah, ok. Yo los espero -Dijo la que atendía el laboratorio. Seguimos caminando por el Metro y salimos por el extremo opuesto de la estación. Hacia la colonia Condesa.
Al salir, el señor nos dio una identificación con foto del IMSS. -Aquí está mi nombre y mi dirección. Te la voy a dar para que no desconfíes. Al fin que ya sabrás donde vivo. -Yo no entendía porqué tendría que haber desconfianza... De hecho no entendía nada. Ni siquiera cómo me llamaba. Sólo entendía que con ochenta pesos por viaje, haciendo unos diez viajes diarios durante el resto de mis vacaciones ¡Me volvería rico! Seguía imaginando las infinitas posibilidades de cómo podría cambiar mi vida cuando el señor interrumpió mis sueños que después de diez minutos y cuatro cuadras ya empezaban a tomar proporciones cósmicas. -El trabajo es sencillo. ¿Recuerdan el laboratorio fotográfico? Pues la señorita que vieron les va a ir dando cajas con negativos que ustedes van a llevar justo al lugar al que nos estamos dirigiendo. El problema es que están arreglando la caja fuerte del laboratorio, así que no pueden entrar dinero. No traen dinero ¿verdad? Porque si traen, se los voy a tener qué guardar para que no crean que se lo robaron de la caja fuerte... -Sí, ya se que fue una estupidez, pero cegado por la codicia sonaba muy convincente, pues nadie quiere ser tomado por ladrón, así que aceptamos que sería mejor ir sin dinero.
Dos cuadras más adelante, pasamos frente a un puesto de tacos. El señor pidió una bolsa de plástico regalada y nos dijo que podíamos guardar ahí el dinero y demás cosas de valor. Mi primo y yo accedimos, aunque yo empezaba a pensar mal... pensé que si nos llevaba a un lugar solitario, tal vez querría secuestrarnos o algo peor, así que cuando íbamos pasando frente a un edificio tuve una excelente idea...
Continuará...
- el güey de junto -
Una tarde de muchas en las que el hambre nos hacía regresar a la casa, al salir del Metro Chapultepec, un señor de baja estatura, complexión mediana, de unos cincuenta años (delatados por canas y arrugas) nos preguntó por la Iglesia de no se dónde. Yo, escaso de malicia le dije "No se, no somos de aquí"... El miró a ambos lados, nos vio a mi primo ya mí y nos preguntó "¿Quieren ganar dinero?". A nuestra edad, era una pregunta estúpida. ¡Claro que queríamos ganar dinero! Pocos niños tenían al alcance una oportunidad de saciar su infantil codicia... Escuchamos la palabra dinero y nos imaginábamos comprando cámaras espía, tacos al pastor, bombas de humo importadas, videojuegos... No se, tal vez trabajando duro unos 10 días, ¡Hasta una nave espacial!
Nos dijo que el trabajo consistía en llevar unas cajas de revistas de un lado a otro. Que por cada viaje nos iba a pagar ochenta pesos (que alcanzaba como para unas diez órdenes de tacos) y a nosotros nos pareció estar en el cielo. Nuestras miradas infantiles se distorsionaron hasta tomar proporciones pecaminosas... Algo así como una especie de lujuria o morbo infantil. Como cuando te escurres entre los adultos para ver las portadas de las películas piratas triple equis que venden sobre Insurgentes.
-Síganme -Dijo mientras caminaba hacia las entrañas subterráneas de la ciudad... Estábamos entrando nuevamente al Metro Chapultepec. El señor se veía titubeante, volteaba hacia muchas partes como si buscara algo o a alguien. Finalmente nos dijo que esperáramos ahí mientras se alejó unos veinte metros entre la marabunta de gente que trataba de ir o venir. Mi primo y yo vimos que el señor se detuvo en un pequeño laboratorio fotográfico y después de hablar unos segundos con la empleada, nos llamó: -Estos dos niños son. -Ah, ok. Yo los espero -Dijo la que atendía el laboratorio. Seguimos caminando por el Metro y salimos por el extremo opuesto de la estación. Hacia la colonia Condesa.
Al salir, el señor nos dio una identificación con foto del IMSS. -Aquí está mi nombre y mi dirección. Te la voy a dar para que no desconfíes. Al fin que ya sabrás donde vivo. -Yo no entendía porqué tendría que haber desconfianza... De hecho no entendía nada. Ni siquiera cómo me llamaba. Sólo entendía que con ochenta pesos por viaje, haciendo unos diez viajes diarios durante el resto de mis vacaciones ¡Me volvería rico! Seguía imaginando las infinitas posibilidades de cómo podría cambiar mi vida cuando el señor interrumpió mis sueños que después de diez minutos y cuatro cuadras ya empezaban a tomar proporciones cósmicas. -El trabajo es sencillo. ¿Recuerdan el laboratorio fotográfico? Pues la señorita que vieron les va a ir dando cajas con negativos que ustedes van a llevar justo al lugar al que nos estamos dirigiendo. El problema es que están arreglando la caja fuerte del laboratorio, así que no pueden entrar dinero. No traen dinero ¿verdad? Porque si traen, se los voy a tener qué guardar para que no crean que se lo robaron de la caja fuerte... -Sí, ya se que fue una estupidez, pero cegado por la codicia sonaba muy convincente, pues nadie quiere ser tomado por ladrón, así que aceptamos que sería mejor ir sin dinero.
Dos cuadras más adelante, pasamos frente a un puesto de tacos. El señor pidió una bolsa de plástico regalada y nos dijo que podíamos guardar ahí el dinero y demás cosas de valor. Mi primo y yo accedimos, aunque yo empezaba a pensar mal... pensé que si nos llevaba a un lugar solitario, tal vez querría secuestrarnos o algo peor, así que cuando íbamos pasando frente a un edificio tuve una excelente idea...
Continuará...
- el güey de junto -
1 comentario:
Llorar como nena??? :O ke impresion y luego ke porke no nos gusta el defe
Diablo provinciano
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