Cuando mi mamá nos encargaba un mandado, no importaba cuánta lluvia, truenos o relámpagos cayeran con tal de traer lo que nos había pedido. Era una mujer educada y educadora de la vieja guardia, la cual podríamos resumir como verdades absolutas, miradas fulminantes y cinturonazos en el mejor de los casos.
Un día de vacaciones escolares nos encargó a mi hermano y a mi ir a una tienda por una crema facial. En ese entonces las cremas cosméticas no se encontraban en cualquier tienda, así que había que ir un poco lejos... Muy lejos si consideramos que éramos dos niños que no pasaban de los 14 años de edad. La bicicleta de mi hermano sería el medio de transporte.
Iba yo atrás de la bicicleta parada en los diablitos y agarrada de los hombros de mi hermano que iba manejando hábilmente sobre las banquetas y entre el tráfico: Esquivando transeúntes y taxis mientras una larga trenza que me llegaba a casi a la cintura ondeaba a cada sacudida del volante de la bicicleta.
-¿Quieres llegar más rápido?... -Yo titubeé... -P-pues... sí... -¿Segura, segura? ¿No rajas? -P-pero ¿Porqué lo dices? -Ahorita vas a ver... -¡No! ¡Dime! ¡¿Por qué lo dices?! -Ya te dije que ahorita vas a ver...
-Acto seguido y antes de que pudiera yo protestar, mi hermano se agarró de la parte trasera de un camión de pasajeros. Yo al principio pensé que mi hermano había perdido el equilibrio y se había agarrado para no caer, pero hasta que lo vi riendo entendí que esa era la forma de llegar más rápido: Ser arrastrados por una mole de seis toneladas a cincuenta kilómetros por hora... Velocidad a la que era difícil controlar la bicicleta.
El chofer del camión nos vio, pero no frenó. Por el contrario, empezó a zigzaguear bruscamente para que mi hermano se soltara. ¡Yo no sabía cuál de los dos era el más bruto! El chofer del camión que a esas alturas nos llevaba como niño jugando con su papalote o mi hermano que viendo lo que pasaba se negaba a soltarse del camión como si fuera el único modo de llegar a donde nos dirigíamos. Es como si compitieran por ver quién era el más inconsciente (por no utilizar palabras altisonantes) o algo parecido. El duelo entre mi hermano y el chofer terminó cuando en un movimiento brusco, mi pié resbaló, se metió a los rayos de la llanta trasera y entonces la reacción en cadena comenzó...
Continuará...
* Diva Enmascarada *
Un día de vacaciones escolares nos encargó a mi hermano y a mi ir a una tienda por una crema facial. En ese entonces las cremas cosméticas no se encontraban en cualquier tienda, así que había que ir un poco lejos... Muy lejos si consideramos que éramos dos niños que no pasaban de los 14 años de edad. La bicicleta de mi hermano sería el medio de transporte.
Iba yo atrás de la bicicleta parada en los diablitos y agarrada de los hombros de mi hermano que iba manejando hábilmente sobre las banquetas y entre el tráfico: Esquivando transeúntes y taxis mientras una larga trenza que me llegaba a casi a la cintura ondeaba a cada sacudida del volante de la bicicleta.
-¿Quieres llegar más rápido?... -Yo titubeé... -P-pues... sí... -¿Segura, segura? ¿No rajas? -P-pero ¿Porqué lo dices? -Ahorita vas a ver... -¡No! ¡Dime! ¡¿Por qué lo dices?! -Ya te dije que ahorita vas a ver...
-Acto seguido y antes de que pudiera yo protestar, mi hermano se agarró de la parte trasera de un camión de pasajeros. Yo al principio pensé que mi hermano había perdido el equilibrio y se había agarrado para no caer, pero hasta que lo vi riendo entendí que esa era la forma de llegar más rápido: Ser arrastrados por una mole de seis toneladas a cincuenta kilómetros por hora... Velocidad a la que era difícil controlar la bicicleta.
El chofer del camión nos vio, pero no frenó. Por el contrario, empezó a zigzaguear bruscamente para que mi hermano se soltara. ¡Yo no sabía cuál de los dos era el más bruto! El chofer del camión que a esas alturas nos llevaba como niño jugando con su papalote o mi hermano que viendo lo que pasaba se negaba a soltarse del camión como si fuera el único modo de llegar a donde nos dirigíamos. Es como si compitieran por ver quién era el más inconsciente (por no utilizar palabras altisonantes) o algo parecido. El duelo entre mi hermano y el chofer terminó cuando en un movimiento brusco, mi pié resbaló, se metió a los rayos de la llanta trasera y entonces la reacción en cadena comenzó...
Continuará...
* Diva Enmascarada *
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