En la cultura mexicana se le llama puente al arreglo o coincidencia en la que los días "no laborales" de la semana y un día festivo "no laboral" quedan uno junto a otro, alargando más de lo normal la racha de días "no laborales".
¿Qué pasa cuando venimos de un puente laboral como el que acaba de acontecer?
Es un frenesí de emociones. Por el lado de las emociones positivas, tenemos posibilidades de descanso. En términos prácticos es como si la semana anterior hubiese tenido dos sábados y ayer (lunes) hubiera sido domingo. Entonces, por supuesto, hoy es lunes, porque aunque es martes, se siente la vibra maloliente de tener que sincronizar relojes biológicos a los días laborales. La pesadez de saber que anoche no pudimos desvelarnos sin cargo de conciencia... En conclusión: Cuando hay un puente, la semana anterior tiene dos sábados y la siguiente pierde un martes.
Pasando al análisis social de un puente, podemos observar 3 conductas predominantes:
La primera y más alegre es la del síndrome de las vacaciones chiquitas. Podríamos resumirlo en que la familia echa la casa por la ventana con tal de hacer un viaje, salir de la rutina, alejarse al menos unos 50km de la ciudad donde se habita y entrar en un estado aparente de calma... y digo aparente por que muchas veces el viaje dura tan poco y son tantos los detalles a planear que a veces la familia regresa más estresada.
La segunda es la del síndrome del aletargamiento de las 24 horas. Consiste en que el día de gracia no se aprovecha en ninguna actividad contundente. Se vegeta frente a la tele, se reponen horas de sueño, se come comida chatarra y en el más emocionante de los casos se recurre a la renta de películas. Existen casos documentados donde la familia llega a ir al cine, pero son algunos especialistas ya no los consideran como síndrome de aletargamiento, sino como una variante del síndrome de las vacaciones chiquitas dentro del radio de los 50km.
La tercera y última es la del síndrome de la talacha pinche. Estos síndromes predominan en núcleos familiares regidos por el matriarcado o donde las figuras que tienden al descanso tienen una personalidad más débil que las figuras que tienden al orden y a la limpieza. Las 24 horas extras (en algunos casos hasta 48 horas) son destinados a todo tipo de tareas físicas como cortar el pasto, pintar, ponerle aceite a las bisagras de la reja, escombrar el patio, reacomodar el librero, cambiar los mubles de lugar y cuando no hay nada de esto disponible, se llega a obligar a la pareja a hacer talacha en casa de los padres de la figura dominante. Estos casos además de tristes y vergonzosos, son tema polémico de los más actuales debates internacionales, pues este síndrome tiene alcances globales y del interés de las asociaciones que favorecen los derechos humanos.
Algunos más o menos afortunados vivimos dos o hasta los tres síndromes en el mismo puente... Y digo "vivimos" porque el sábado anterior, casi todo el día vegeté viendo películas, en la noche tuve una reunión con mi suegro, la mañana del domingo lavando ropa y doblándola... salida al cine en la noche y el martes limpiar, barrer y una reunión tipo tardeada con los amigos... Amigos que no sospechaban que saliendo de la reunión tendría que llegar a invertir horas del valioso puente haciendo bolitas con los calcetines y limpiando el baño.
Ni hablar. Ya vendrá otro puente. ¡El siguiente puente será sólo mío! (Risa demente perdiéndose a lo lejos)
- el güey de junto -
¿Qué pasa cuando venimos de un puente laboral como el que acaba de acontecer?
Es un frenesí de emociones. Por el lado de las emociones positivas, tenemos posibilidades de descanso. En términos prácticos es como si la semana anterior hubiese tenido dos sábados y ayer (lunes) hubiera sido domingo. Entonces, por supuesto, hoy es lunes, porque aunque es martes, se siente la vibra maloliente de tener que sincronizar relojes biológicos a los días laborales. La pesadez de saber que anoche no pudimos desvelarnos sin cargo de conciencia... En conclusión: Cuando hay un puente, la semana anterior tiene dos sábados y la siguiente pierde un martes.
Pasando al análisis social de un puente, podemos observar 3 conductas predominantes:
La primera y más alegre es la del síndrome de las vacaciones chiquitas. Podríamos resumirlo en que la familia echa la casa por la ventana con tal de hacer un viaje, salir de la rutina, alejarse al menos unos 50km de la ciudad donde se habita y entrar en un estado aparente de calma... y digo aparente por que muchas veces el viaje dura tan poco y son tantos los detalles a planear que a veces la familia regresa más estresada.
La segunda es la del síndrome del aletargamiento de las 24 horas. Consiste en que el día de gracia no se aprovecha en ninguna actividad contundente. Se vegeta frente a la tele, se reponen horas de sueño, se come comida chatarra y en el más emocionante de los casos se recurre a la renta de películas. Existen casos documentados donde la familia llega a ir al cine, pero son algunos especialistas ya no los consideran como síndrome de aletargamiento, sino como una variante del síndrome de las vacaciones chiquitas dentro del radio de los 50km.
La tercera y última es la del síndrome de la talacha pinche. Estos síndromes predominan en núcleos familiares regidos por el matriarcado o donde las figuras que tienden al descanso tienen una personalidad más débil que las figuras que tienden al orden y a la limpieza. Las 24 horas extras (en algunos casos hasta 48 horas) son destinados a todo tipo de tareas físicas como cortar el pasto, pintar, ponerle aceite a las bisagras de la reja, escombrar el patio, reacomodar el librero, cambiar los mubles de lugar y cuando no hay nada de esto disponible, se llega a obligar a la pareja a hacer talacha en casa de los padres de la figura dominante. Estos casos además de tristes y vergonzosos, son tema polémico de los más actuales debates internacionales, pues este síndrome tiene alcances globales y del interés de las asociaciones que favorecen los derechos humanos.
Algunos más o menos afortunados vivimos dos o hasta los tres síndromes en el mismo puente... Y digo "vivimos" porque el sábado anterior, casi todo el día vegeté viendo películas, en la noche tuve una reunión con mi suegro, la mañana del domingo lavando ropa y doblándola... salida al cine en la noche y el martes limpiar, barrer y una reunión tipo tardeada con los amigos... Amigos que no sospechaban que saliendo de la reunión tendría que llegar a invertir horas del valioso puente haciendo bolitas con los calcetines y limpiando el baño.
Ni hablar. Ya vendrá otro puente. ¡El siguiente puente será sólo mío! (Risa demente perdiéndose a lo lejos)
- el güey de junto -
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