Hoy suman ya seis días desde que entré a mi tercera etapa de peatón. Fui peatón desde que empecé 6to de primaria cuando mis padres tuvieron que vender el carro hasta los 16 años en que compraron otro medio de transporte. Después volví a las andadas (andadas a pié, por supuesto) desde los 18 años hasta los 21 cuando compré mi primer auto pagado por mí. Ahora que vendí la semana pasada a mi valerosa "Pulga de plata" me encuentro inmerso en como ya les dije; mi tercera era peatonal.
Cuando alguien vuelve a una vieja rutina que había sido abandonada durante mucho tiempo, es común escuchar la estereotipada frase de "Es como andar en bicicleta. Es algo que nunca se olvida", cuando lo cierto es que hay de bicicletas a bicicletas. Que si bien a uno le es posible dar una buena pedaleada sin perder el equilibrio, uno no puede de buenas a primeras bajar escaleras o manejar sin ambas manos como cuando se era niño. Ni siquiera manejar a la misma velocidad con la que se hacía antes.
Mis primeras expectativas como inminente peatón fueron muy buenas. "Al fin voy a poder poner atención al paisaje urbano". "Por fin voy a poder leer... ¡Desde que tengo carro no había leído ningún libro!". "Si un día amanezco desvelado, puedo aprovechar la hora con diez minutos de trayecto para recuperar un poco de sueño perdido". "Ahora sí me voy a despreocupar del tráfico"... Sin embargo estaba olvidando los detalles menos alegres de la vida de un transeúnte.
Este lunes pasado que fue mi primer día laboral a pié me llevé algunas impresiones que al principio desconocí. Me sentía indignado cuando el camión no paraba por ir con sobrecupo. Me extrañaba la forma tan atrabancada de manejar de los choferes. Me sorprendí tratando de pagar peaje con un billete de mediana denominación que no me quisieron aceptar... "Aquí no es banco... ¿Ya vio el letrerito? Sólo recibimos de a veinte"... Y yo, sintiéndome ajeno al mundo real, me sentía con poca disposición por mandar muy lejos al chofer o de al menos insistirle. La comodidad del manejo con música de mi preferencia, aire acondicionado y asientos ergonómicos me había ablandado. Me sentía vulnerable ante los apretujones del pasillo del camión y sin haberlo visto, podría jurar que ponía cara de fuchi cuando una persona con exceso de dimensiones me embarraba con singular apatía contra el tubo del pasillo.
Conforme han ido pasando los días he ido recobrando y puliendo mis habilidades camineras. Ya puedo andar sobre el pasillo con el camión en movimiento sosteniéndome con sólo una mano... ¡Incluso en breves instantes sin usar las manos! Ya no se me ha olvidado comprar chicles en la tiendita para cambiar mis billetes de a cincuenta. Ya casi puedo leer 20 minutos de corrido en el camión sin sentir nauseas y mareos... Estoy seguro que pronto podré verme como una persona normal y sin que digan: "Mira, ese parece que nunca ha viajado en camión". Aguantaré leyendo durante todo el trayecto, correré un fabuloso sprint cuando necesite alcanzar al camión que quiera tomar sin miedo a resbalarme, no tendré qué preguntar "¿El 214 pasa por Calzada San Pedro?" y ¿Porqué no? incluso hasta podría desempolvar mi recelo hacia los automovilistas inconscientes que no privilegian al peatón.
Todo esto hasta que llegue el día en que vuelva a tener una llave de auto en mi llavero que hoy luce bastante... ¿Cómo decirlo?... Sin chiste.
- el güey de junto -
Cuando alguien vuelve a una vieja rutina que había sido abandonada durante mucho tiempo, es común escuchar la estereotipada frase de "Es como andar en bicicleta. Es algo que nunca se olvida", cuando lo cierto es que hay de bicicletas a bicicletas. Que si bien a uno le es posible dar una buena pedaleada sin perder el equilibrio, uno no puede de buenas a primeras bajar escaleras o manejar sin ambas manos como cuando se era niño. Ni siquiera manejar a la misma velocidad con la que se hacía antes.
Mis primeras expectativas como inminente peatón fueron muy buenas. "Al fin voy a poder poner atención al paisaje urbano". "Por fin voy a poder leer... ¡Desde que tengo carro no había leído ningún libro!". "Si un día amanezco desvelado, puedo aprovechar la hora con diez minutos de trayecto para recuperar un poco de sueño perdido". "Ahora sí me voy a despreocupar del tráfico"... Sin embargo estaba olvidando los detalles menos alegres de la vida de un transeúnte.
Este lunes pasado que fue mi primer día laboral a pié me llevé algunas impresiones que al principio desconocí. Me sentía indignado cuando el camión no paraba por ir con sobrecupo. Me extrañaba la forma tan atrabancada de manejar de los choferes. Me sorprendí tratando de pagar peaje con un billete de mediana denominación que no me quisieron aceptar... "Aquí no es banco... ¿Ya vio el letrerito? Sólo recibimos de a veinte"... Y yo, sintiéndome ajeno al mundo real, me sentía con poca disposición por mandar muy lejos al chofer o de al menos insistirle. La comodidad del manejo con música de mi preferencia, aire acondicionado y asientos ergonómicos me había ablandado. Me sentía vulnerable ante los apretujones del pasillo del camión y sin haberlo visto, podría jurar que ponía cara de fuchi cuando una persona con exceso de dimensiones me embarraba con singular apatía contra el tubo del pasillo.
Conforme han ido pasando los días he ido recobrando y puliendo mis habilidades camineras. Ya puedo andar sobre el pasillo con el camión en movimiento sosteniéndome con sólo una mano... ¡Incluso en breves instantes sin usar las manos! Ya no se me ha olvidado comprar chicles en la tiendita para cambiar mis billetes de a cincuenta. Ya casi puedo leer 20 minutos de corrido en el camión sin sentir nauseas y mareos... Estoy seguro que pronto podré verme como una persona normal y sin que digan: "Mira, ese parece que nunca ha viajado en camión". Aguantaré leyendo durante todo el trayecto, correré un fabuloso sprint cuando necesite alcanzar al camión que quiera tomar sin miedo a resbalarme, no tendré qué preguntar "¿El 214 pasa por Calzada San Pedro?" y ¿Porqué no? incluso hasta podría desempolvar mi recelo hacia los automovilistas inconscientes que no privilegian al peatón.
Todo esto hasta que llegue el día en que vuelva a tener una llave de auto en mi llavero que hoy luce bastante... ¿Cómo decirlo?... Sin chiste.
- el güey de junto -
3 comentarios:
jeje si la vdd es toda una travesia andar en camion, eso de ke la gente te va arrecholando no es nada agradable ¬¬ , al caminar para tomar el camion no falta el bicicletero ke te chista "cht cht chikita" (en el "mejor" de los casos), y lo mas importante ... levantarte mas temprano.
Suerte! te irás acostumbrando. No es tan malo cuando vuelvas a tener un auto tendrás más conciencia con el peatón, prenderás tus direcionales le cederás el paso, desarrollarás pericia cuando veas venir a un camión de pasajeros. Ahora como peatón tal vez bajes unos kilos, serás veloz al atravezar las avenidas, al alcanzar el camión y rematamos brincando camellones jajaja, si gustas te puedo desarrollar un buen manual. Besos!
Kitty♥
Orale! ke xido! has vuelto a tus raices jejeje ojala yo tambien un dia pueda escribir sobre lo ke se siente tener un carro propio! Oye ke te parece si cambiamos vidas? como en el cuento del medigo y el principe? te late? va? va ? andale si? di ke si andale siiiii?
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