lunes, 18 de febrero de 2008

Perdiendo el Glamour ( 1 )

Cuando estudiaba la Prepa, el hit de moda era ir a uno de los pocos barecitos o antros que había en aquel pueblo de Progreso de Obregón, Hidalgo. Como el lugar era pequeño era fácil llegar a un lugar y saludar a mucha gente. Especialmente cuando eras el guitarrista de uno de los pocos grupos de rock de la zona.

Semanas antes de aquél día de mi vida de preparatoriano, mi novia de ese entonces y yo ganamos un concurso de duración de besos en un antro llamado "Dreams", lo cual nos hizo acreedores a una cubeta de cerveza que cambiamos por una membresía para entrar sin pagar cover durante un par de meses. Eso alivianaba bastante, pues vivía en una austeridad económica ejemplar, al igual que mi novia, entonces cada quién pagaba lo poco que llegaba a consumir en toda la noche.

El día del que les cuento, ya en la noche, me bañé, me arreglé, pasé por mi novia y nos fuimos caminando al antro (en un pueblo las distancias son caminables). Llegamos al antro y para mi sorpresa nuestra membresía ya había caducado la semana pasada y por lo tanto tendríamos que pagar cover. Yo apenas traía para un par de refrescos y sabía que ella también, así que para no hacerle pasar un mal rato le dije que esperara en el recibidor del antro y que yo saldría a ver a algunos contactos. (Forma elegante de decir que vas a pedir dinero).

Mi novia era exageradamente quisquillosa en cuestiones de dinero, así que la idea de que yo fuera a buscar conocidos para que nos echaran la mano no le gustaba nada. Yo ignoré su petición de regresar a su casa prometiéndole que lo haría lo más discretamente posible.

Afuera encontré a dos amigos de la preparatoria. Para mi mala suerte, entre mi novia que estaba en el lobby y yo, sólo había un vidrio que le permitía ver con lujo de detalle lo que yo hacía. Empecé a comentarles a mis compañeros sobre mi situación y a pesar de que les pedí discreción, por alguna razón, cuando mencionaba la mentira de "Y ahí está ella esperándome... No sabe que no traje dinero", todos volteaban al mismo tiempo a verla, como si se compadecieran de ella. Yo no la había volteado a ver, pero cuando eso sucedió, sabía que ya tendría la sangre hirviendo.

Llegaron otros dos amigos y los dos primeros les contaron mi historia. La situación se repetía: - Y este wey se vino sin dinero, invitó a su novia y ella no sabe que ya caducó la membresía... -Todos volteaban al mismo tiempo a verla y ella endurecía su gesto hacia mi. - Híjole y yo namás traigo pal cover y para el mínimo... - Andamos en las mismas... si no, con gusto, ya sabes que no hay pedo... -Se sacudían las bolsas en obvia señal de que me decían que no traían nada, lo que hacía evidente que yo estaba pidiendo dinero. Eso hacía que mi novia además de endurecer el gesto, empezara a cerrar con más fuerza los puños proporcionalmente a la tonalidad rojiza que iba tomando su rostro.

Lo curioso es que los cuates no se iban. No tenían dinero, pero no entraban. Es como si trataran de solidarizarse conmigo un rato, pero lo que no sabían es que cada dos o tres personas que se sumaban al contingente de voltear a ver a mi novia al mismo tiempo durante la explicación y sacudirse las bolsas de los pantalones me ponía en una situación más delicada y ponía más en evidencia mi ínfima capacidad de manejar el asunto con la mayor discreción posible.

Cuando ya eran suficientes cuates como para no poder ver el vidrio tras el cual estaba mi novia echa una furia, a algún bien intencionado camarada se le ocurrió la brillantísima idea de ir todos en bola a hablar con la de la taquilla para que nos dejara pasar. A estas alturas hubiera sido más práctico hacer una vaquita para pagar los dos covers, ¡Pero no! Tenían que hacerlo de la forma más aparatosa y humillante para mi novia. Por fin todos entraron al recibidor, saludaron a mi novia con un gesto de condolencia y hablaron con la de la taquilla... Supuestamente en secreto para no incomodar a mi novia, sin embargo pese a la música, mi novia y yo escuchábamos fragmentos de nuestra penosa situación en boca del comité de ebrios potenciales que clamaban en pro de nuestro acceso gratuito. Al final de la historia, la señorita de la taquilla volteó a ver a mi novia, la vio con la misma cara de condolencia y dijo algo así como "Pues como son clientes frecuentes les vamos a dar chance... les vamos a extender una semana más su membresía"...

Laura y yo entramos al antro. Honestamente no recuerdo las palabras exactas con las que me recriminó lo que desde su perspectiva era perder el glamour de la forma menos digna, pues la música, las luces, el denso humo del cigarro, y mi sentimiento de culpa mezclado con un poco de "no es para tanto" me tenían sintonizado en otro canal.

Al final nos la pasamos bien. Ella me lo dejó de recordar como 6 meses después y todo volvió casi a la normalidad.

- el güey de junto -

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chin! Al principio pense en hacerte una observacion sobre el hecho de hacer referencia a una "relacion" pasada, pero al terminar el relato hasta creo ke tu esposa hasta se va a sentir bien jejeje digo por akello de ke ya no estan en Hidalgo jajaja! lo del varo kiza es secundario