miércoles, 20 de febrero de 2008

Incursión a la ilegalidad

Cuando tenía 8 o 9 años, mis posibilidades de hacerme de dinero eran limitadas, pues fuera de recibir 5 pesos (5,000 de los pesos de ese entonces) por dejarme inyectar, nunca fui un niño al que le dieran "domingo", ya que la situación económica no era para nada boyante. Eso fue quizá lo que me llevó a cometer mis primeros fraudes...

A mi mamá le gustaba que le quitara canas de una en una, con pinzas para depilar. Supongo que le parecía una experiencia similar a la que se viviría en un spa o algo por el estilo. No se si era el hecho de sentir que le hacían piojito, deshacerse de las pocas canas que tenía a sus 29 años o sentir el apapacho en su cabeza durante varios minutos. El hecho es que la actividad siempre estuvo en la mesa de intercambios y trueques hasta que sentí que lo que me ofrecía era muy poco por una sesión de quitarle canas. Ya no me dejaba tentar por un desayuno mañanero con hot cakes o por ir al área de juguetes (que jamás compraría) a un centro comercial en la próxima vuelta a hacer las compras. Nunca más... esas eran baratijas.

- Te voy a dar 50 centavos por cada cana que me saques... - ¿En serio? -¡Yo no lo podía creer! Aunque jamás le había contado las canas a mi mamá, imaginaba que con el dinero que juntaría en una sesión podría disfrutar de cosas que realmente valieran la pena, como rentar un juego de Nintendo o comprar alguno de los pocos dulces americanos que llegaban a la tienda.

Empecé la cacería de capilares blanquecinos. Cuando llegaba a ver uno, mi rostro se iluminaba. Lo tomaba con las pinzas, lo arrancaba, le daba la cana a mi mamá y yo llevaba la cuenta en voz alta... - Dos... Tres... -Hasta que el ritmo decrecía y después de buscar canas como desesperado, me convencía de que no habría más. Hacíamos la conversión de divisas. - 8 canas equivalen a... cuatro pesos... -Yo recibía el dinero de muy buena gana, pero con cierta desilusión, pues imaginaba ganancias mayores.

Así empezó una época en la que yo cada vez que necesitaba dinero, le buscaba canas a mi mamá. Siempre con los mismos resultados que si bien me daban para unos Nerds o unos Runts, no me daban para cosas más valiosas, así que ideé un plan.

- ¿Quieres que te saque canas? - Bueno, nada más espera a que termine de acomodar los manteles. -Entonces puse manos a la obra. Encontré una cana, la arranqué y antes de dársela a mi mamá, la partí en 3 y le di uno de los 3 pedazos. - Llevo una... -Guardaba los otros dos pedazos fuera de la vista de mi mamá y seguía buscando. Al ver otra cana, según el largo la podía partir en dos, tres o hasta cuatro secciones y le entregaba sólo una. Al final cuando no podía encontrar más canas, le arranqué un cabello oscuro pero le entregué uno de los pedazos de cana que ya tenía de reserva. Así hasta que todos restos de cana se terminaban tras haber incrementado mi record en un 300% o en un 400%... - 22 canas equivalen a 11 pesos... -¡Yo feliz! - 25 canas equivalen a 12.50 pesos... -¡Hola, renta de juegos de Nintendo!

Y así inició una vida impune de transacciones ilegales cambiando canas sin raíz por centavos. No se si le ocasioné a mi mamá una crisis potenciada por llegar a los 30 años o si por ponerse al corriente con el trueque llegó a disminuir la cantidad de carne en el guisado. Lo que sí supe es que era difícil ganar dinero, pero también que habían formas para hacerlo fácil. Formas que vienen pirograbadas en nuestro código genético made in Mexico y que son reforzadas por el proceder de la sociedad en el día a día.

El gusto me duró 4 años. Después mi mamá se empezó a pintar el cabello.

- el güey de junto -

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah! al fin lo reconoces! Muahahahaha <---risita diabolica.
podemos ahora retomar akella conversacion acerca de la corrupcion policiaca? jejeje!

Anónimo dijo...

:´( Pobre mamá me imagino su angustia durante esos cuatro años al ver que aumentaban sus canas.
Tu sí que le sacaste canas jajajajajaja
Kitty